lunes, 6 de febrero de 2012

37 CUMBIAS Y CHUSMAS

Habré tenido seis o siete años cuando gracias a Don Eugenio –un vecino de la colonia en donde crecí y buen amigo de mis viejos– conocí el infeccioso placer de la cumbia mexicana. En el camino a Patzún, a donde seguido nos invitaba, casete tras casete sonaba imparable Rigo Tovar en su carro, mientras con ojos de ishto que rara vez salía de la capital admiraba uno los paisajes verdes de la carretera sin que faltaran, claro, los chistes por el esporádico e inconfundible olor a pedo de los huertos. Por los mismos años, Chico Che y su “¿Quen pompó?” era rola usual en los programas de videos musicales de los canales locales. Por supuesto, en mi fase grunge jamás se me ocurrió mencionar mi gusto por ese tucutún-tucutún tan inevitablemente bailable, pero allí seguía. Por mucho tiempo la cumbia, innegablemente ligada a lo popular, ha sido en Guatemala un feliz estandarte del movimiento artístico e ideológico que se reputa a sí mismo como contracultural. Este año, sin embargo, por esas cosas raras de la vida pasó algo que pocos habríamos imaginado: la cumbia se puso “de moda”. Por ahí de febrero recién pasado, el DJ Básico3 inauguró en el BarCentral sus “Miércoles de Cumbia” que comenzaron con asistencia de quienes solemos parrandear en el centro y cuyo público se fue extendiendo pantagruélicamente, hasta forzar a los organizadores a buscar recintos cada vez más espaciosos. Pero los cumbieros “originales” se sintieron desplazados y amenazados, prodigando numerosas muestras de rechazo a los “nuevos cumbieros”, reputándolos de fresas, falsos, poseros y demás. Algo de cierto habrá, eso ni dudarlo. Y sin embargo, en lo personal no me molesta su llegada (aunque yo mismo ya no vaya, por mi aversión a las moloteras) como sí me choca la apropiación pueril de algo que, de todas formas, tampoco es una manifestación puramente guatemalteca. Esto, me temo, no es sino una modalidad de la misma discriminación de la que siempre nos quejamos. Ciertamente no ocurre seguido que sea algo que viene de las clases populares lo que provoque estas reacciones de “mío, mío”. ¿Será esto indicio de alguna incipiente necesidad de comunidad intercultural? Gente que se deja llevar por las moditas pasajeras, siempre habrá. Gente que por primera vez experimente algo y diga “puchis, qué chilero esto que no conocía”, también siempre habrá. ¿Cómo separarlos? ¿Habrá necesidad? ¿Será de verdad importante saber quién era Laura León desde que salía en Siempre en Domingo para que pueda a uno gustarle? Yo creo que no. En todo caso, me parece esto la perfecta excusa para recomendar el ensayo de Mario Roberto Morales “Hacia una teoría del mestizaje intercultural”. Léanlo, pues, y bailemos juntos en paz.





Esta fue mi columna semanal No. 37 para Siglo21, publicada el martes 3 de enero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/01/03/cumbias-chusmas

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