jueves, 29 de diciembre de 2011

MIS DESEOS PARA DOS MIL DOCE

A riesgo de sonar como uno de esos tipos que recurren a la autoayuda coelhesca, no puedo evitar que, por cliché que sea, la idea de un nuevo ciclo -aún cuando sea el calendario quien lo dicte- sí me provoque ilusión y esperanza, a diferencia de otras celebraciones populares. En una menor parte por conveniencia de tiempo y en una mayor parte porque siguen siendo vigentes e importantes para mí, transcribo los deseos que ya por varios años llevo repitiendo, tanto para mí mismo, como para los demás:




Deseo que en dos mil doce encontremos gustito y amor por todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo, incluyendo aquéllas que ahorita nos provocan caras frente al espejo y que hacen que nos entrapujemos para esconderlas. Deseo que en dos mil doce encontremos humor en todo, hasta en lo que parezca inapropiado encontrarlo...sí: pela la verga cuán serio sea. Deseo que en dos mil doce siempre tengamos fe; sobre todo en esos momentos en que tenerla parezca estúpido o ingenuo. Deseo que en dos mil doce sintamos inagotable libertad para expresarnos de cualquier forma que nos dé la gana, desde cómo nos vestimos hasta cómo hablamos; cómo cortamos la lechuga o de qué colores nos rodeamos y cómo apretamos los dientes (o los deditos de los pies) durante el sexo...¡que seamos nosotros mismos sin pena! Deseo que en dos mil doce avancemos - siempre avancemos - pero sepamos distinguir tanto el ritmo adecuado para cada uno como la dirección que nos toca, porque cada quien tiene su propio camino y “el adelante” no siempre nos queda enfrente; además, que no nos dé miedo sentarnos un ratito a descansar o a llorar, porque hacerlo también es parte de la jornada. Nos deseo en dos mil doce conciencia constante de nuestra conexión a ese algo más grande, sin importar qué tan desconectados nos sintamos unos de otros. Deseo que en dos mil doce aprendamos a decir "te amo" y "te quiero" sólo porque es la verdad, sin que nos importe ni un poquito la respuesta que pueda o no venir. Deseo que en dos mil doce vengan muchos momentos de feliz soledad, otros de deliciosa compañía y algunos también de divertida comunidad, siempre en la dosis en que cada cual se sienta correcta y segura. Deseo que en dos mil doce sepamos distinguir quiénes y cuáles son nuestras fuentes de apoyo y que seamos lo suficientemente humildes para saber cuándo necesitamos avocarnos a ellas y, sobre todo, que tengamos los huevos para decir “vos, ayudame, por fa”. Deseo que en dos mil doce nos abunde la inteligencia para saber cuándo nos toca ser el aprendiz y cuándo nos toca ser el maestro y cuándo somos todos sólo compañeros, y que sepamos asumir ese rol, en ese rato específico, con toda la enjundia que se requiera. Deseo que en dos mil doce encontremos fuerza y seguridad para marcar nuestros límites –ante todos, incluyendo familia y amigos– con la suficiente claridad y amor (decir “comé mierda” sí se vale) y que, al manifestarnos de la forma que sea, seamos escuchados y obtengamos respuestas significativas y que también estemos abiertos a escuchar a los demás y respetar sus límites. Nos deseo en dos mil doce gratitud por todo lo que tenemos y huevos, muchos huevos para apretarnos las botas y aventurarnos por fin a explorar ese territorio desconocido que hace mucho queremos conocer, porque en lo nuevo es donde es más factible encontrar nuestra libertad y crecimiento.

lunes, 5 de diciembre de 2011

35 LAS MODAS DE FIN DE AÑO

Si en algún momento del año casi todos los defectos de nuestra sociedad salen juntitos a flote (engañosamente etiquetados como “amor y paz”) es justo ahorita al final. La moda se torna abrigada; eso es chilero, sobre todo para quienes no somos amigos del calor. Procuramos sacar nuestra ropa más calientita y no falta quien aprovecha para pretender que vive en el ártico y anda haciendo bulto con aquel abrigo peludo que se compró en París o en Nueva York. Las casas y las calles se visten con muñecos de nieve, trineos y renos, cosa bastante ridícula considerando que aquí en Guatemala ni nieva ni hay más que venaditos de selva tropical. Los espacios públicos se llenan de luces que, además de iluminar el espíritu de la fiesta cristiana que celebra el nacimiento de Jesús, convenientemente promocionan la venta de cerveza Gallo y, este año, también de Coca Cola, tal vez para que los niños se mantengan despiertos y activos hasta pasada la media noche por la sobredosis de azúcar. Por cierto, me pregunto ¿A cuenta de qué se permite a estas entidades posicionar su marca tan flagrantemente? ¿Pagarán al menos Gallo y Coca Cola la cuenta de luz de la Muni? ¿O qué ganan y quién gana algo? ¿En serio esperamos campañas efectivas contra el abuso del alcohol cuando el símbolo capitalino de la navidad lo patrocina una bebida alcohólica? Se pone de moda, también, comprar y comprar y comprar. Yo, por mi parte, no pienso pisar un solo centro comercial de aquí hasta enero, ni siquiera para ir al cine. Suerte, a quienes vayan, encontrando parqueo. Algunos, por el aguinaldo, se sienten súbitamente y por algo así como dos semanas, ricos. Los pobres, eso sí, aunque sigan igual, se sienten más pobres que en los otros once meses; ¿Y cómo no? Con tanto anuncio junto que les recuerda todo lo que no tienen ni tendrán. Por su parte, el tráfico de esta época y las actitudes que afloran por su causa, lejos están del noble deseo de paz al prójimo que nos tiró encima el carro. Santa Clos surge, además, como la quintaesencia de la esquizofrenia que colectivamente vivimos y perpetuamos: Santa es una mentira, pero a los güiros se les enseña que no es bueno mentir. Se les dice que sólo trae regalos a los niños buenos, tratando de manipular así la conducta que más le conviene a los padres –tal como la religión luego nos regalará el paraíso, si somos bien portados– aunque de todas formas no hay padre ni madre que le hagan al hijo la cruel malobra de no darle regalo, así que los malcriados se salen impunemente con la suya, familiarizándonos desde chiquitos con la impunidad. Díganme como quieran: Grinch o Scrooge o Satanás. Yo estaré tranquilo tragándome un tamal (que en esta época no sólo se ponen de moda sino también se ponen más sabrosos) y odiándome a mí mismo por la imposibilidad de dejar de tararear la cancioncita de B&B.

Esta fue mi columna semanal No. 35 para Siglo21, publicada el martes 6 de diciembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/12/06/modas-fin-ano