lunes, 27 de febrero de 2012

45 PELO SUELTO


Había originalmente planeado ignorar los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas –los Óscares, que les llamamos; evento que conjuga lo supuestamente mejor del cine con lo supuestamente mejor de la moda– por distintos motivos entremezclados. Primero, por juzgarlos ya un tanto irrelevantes y tirados a lo comercial; no es ningún secreto que esto ciertamente no es el Festival de Cannes (que sigue conservando su prestigio) y la inclusión de más de cinco licas en la categoría de Mejor Film responde, básicamente, a la necesidad de que más gente sintonice la premiación, por todo el dinero que eso conlleva para la televisora y para la Academia. Segundo, porque de varios años para acá (y esencialmente gracias a Harvey Weinstein, cuando dirigía Miramax) tanto las nominaciones como los premios más bien responden a las millonarias campañas publicitarias efectuadas con ese propósito. Es muy raro que se nomine a algún actor por quien la productora no ha gastado su buena plata para ponerlo en la mira de los miembros de la Academia sea con fiestas, proyecciones particulares, publicaciones en medios o vallas en lugares específicos. Tercero, porque las mugres salas de cine en Guatemala no suelen proyectar las películas nominadas, así que la opción es o no verlas o verlas en la tele y yo este año no he visto casi ninguna. Cuarto, porque hasta la alfombra roja ya no me hace tanta gracia desde que las actrices cuentan con ejércitos enteros que les seleccionan desde el color de uñas hasta el vestido “perfecto”, con tal de no salir en los bobos (aunque a veces divertidos) listados esos de las peor vestidas. La individualidad y la personalidad en cuanto a la ropa en ese foro, pasa entonces a un plano nada relevante. Pensado y dicho todo eso, de todos modos, me ganó la curiosidad y me puse a verlos. No pasó mucho tiempo para que –sin negar todo lo ya dicho– me diera cuenta que cierto halo de magia flota y persiste todavía en ese teatro que, consumismo aparte, reúne bajo un techo talento, visión y amor por el cine. Algo que llamó particularmente mi atención fue que Viola Davis, justamente nominada en la categoría de Mejor Actriz, eligiera llevar, en lugar de peluca o extensiones como casi toda mujer negra estadounidense, su pelo natural, corto y rizado. Considerando que la industria de belleza para el pelo dirigida a mujeres afroamericanas mueve alrededor de nueve mil millones de dólares anuales sólo en EUA y que se insiste en imponer a las mujeres negras el pelo liso y la piel clara como ideales de belleza, ese sencillo hecho tuvo más relevancia política que los 146 minutos que dura The Help.


NOTA DE DUELO: Deleznable que Pepsi haya logrado censurar el viernes recién pasado el programa “Espacio Intergeneracional” en Radio Nuevo Mundo para evitar que se criticara la campaña de Guatemorfosis. Por mi parte, no vuelvo a comprar producto alguno relacionado con esa embotelladora.


Esta fue mi columna semanal No. 45 para Siglo21, publicada el martes 28 de febrero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/02/28/pelo-suelto




lunes, 20 de febrero de 2012

44 ESPERANDO PARA EXHALAR

No estoy seguro si alguien se acordará todavía de “Waiting to exhale”, el título de una de esas abundantes en-su-momento-muy-de-moda-pero-rápidamente-olvidables licas hollywoodenses. Esta en particular, noventera, con la actuación estelar de Whitney Houston y Angela Bassett, hacía una falseada alharaca del empoderamiento femenino, reduciendo la libertad de las mujeres a atreverse a dejar a un hombre para dedicarse empecinadamente a buscar otro; dios guarde quedar solteras. Me recordé de esa cinta –como pude pensar en cualquier otra, supongo– porque me pareció extremadamente curioso e irónico que en cuestión de pocos días a. Nuestro presidentón Pérez se pronunciara [vagamente] a favor de la despenalización de las drogas; b. El escandalizado gobierno de los Santos Estados Unidos de América de los Últimos Días le jalara las orejas casi antes de que siquiera terminara de hablar y c. La Whitney Houston culminara con la cabeza entre el agua su [mucho más largo de lo esperado] festín de alcoholes, coca y crack. En lo personal, no es que me quite el sueño el asunto, pero habría preferido que se muriera Celine Dion, cuyos gritos encuentro profundamente exasperantes; lástima que ella sí es niña buena. En fin, esas estrellitas como la Houston o Britney Spears o Paris Hilton o Nicole Ritchie o Lindsay Lohan reflejan en mucho, con todo y sus parciales y esporádicas redenciones salubres, la verdadera y muy tolerante política de los Estados Unidos con respecto a las drogas, misma que contrasta notoria y descaradamente con su persignada guerra contra ellas, de la cual Centroamérica y México terminamos convenientemente poniendo las víctimas y ellos, además de permitir que sus celebridades (las reales y las wannabes) se den la fiesta con cuanto estupefaciente se pueda, gozan también de los sabrosos réditos de la compraventa de armas que esa y toda guerra requiere. Leyendo el comunicado de la embajada de EUA dándole “pache, pache” en la manita a Otto Pérez, se me vino a la mente la imagen aquella de la genial obra de teatro “MOTA” (dirigida por Luis Carlos Pineda), en la que los gringos se alimentan, literalmente, como cerdos a costa de nosotros. Perfecta alegoría. Lo que me sigue causando retortijones de tripas ha sido la creciente ola de posturas moralinas que insisten en ver a toda droga cual obra demoníaca, como si, al menos las más comunes, no fueran exactamente la misma babosada que echarse uno o muchos tragos, sobre todo porque tenemos calles, carreteras, televisiones, redes sociales y tiendas de barrio cundidas de atractivas mujeres en bikini convenciendo a los patojos para que se pongan hasta el peine, pero solamente con roncitos y chelas. Espérense para exhalar, pues.




Esta fue mi columna semanal No. 44 para Siglo21, publicada el martes 21 de febrero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/02/21/esperando-para-exhalar





lunes, 13 de febrero de 2012

43 CUCHARADAS DE AZÚCAR

De entre las innumerables opciones de cine que se lanzan cada año son pocas las cintas que logran trascender en el gusto del público masivo y ponerse de moda. De esas, son todavía menos las que no se limitan a explosiones, diálogos monolineales o carcajadas baratas. Una de las sorpresas de taquilla del año pasado (en EUA, pues) fue The Help de Tate Taylor, un drama bastante ligero sobre la discriminación a la servidumbre en el Mississippi previo a la Ley de Derechos Civiles de 1964. The Help cuenta con un libreto relativamente aguado pero con un reparto por demás maravilloso que le da fuerza a la historia. Eso no quita que en ella el racismo se toma –siguiendo la recomendación de Mary Poppins– con bastantes cucharadas de azúcar. Roger Ebert (mi crítico favorito) acertadamente señala que es “un filme seguro sobre un tema volátil, una fábula para sentirse bien, una historia que involucra dolor pero a la que no le interesa ser demasiado dolorosa.” Sin haber leído la novela de Kathryn Stockett en que se basa la lica, la adaptación, creo, se enfoca en malvados villanos racistas, pero no nos confronta a nosotros mismos como posibles racistas. Escribo sobre The Help porque aunque [como cualquier película semidecente] ni por fregar se ha asomado a los cines locales, ya medio mundo la ha visto en su casa (pidateada, clado) y me parecen particularmente interesantes las reacciones de corazones conmovidos por el racismo gringo anti-afroamericano de los años sesenta, cuando muy pocos aquí se cuestionan el propio. Hace meses, una amiga muy querida me compartió el estatus de Facebook de una conocida suya, mujer casada en sus treintas, ex-estudiante de un colegio católico para mujeres que escribía, entre angustiada y escandalizada, que su “muchacha” le había preguntado si era posible lavar su ropa en la lavadora de la casa. La tipa pedía consejos a sus amigas sobre cómo lidiar con el asunto. Una le escribía que definitivamente no, que no podía lavarse en el mismo aparato la ropa de la familia con la de la sirvienta; otra le recomendaba que lo manejara con cuidado, porque por darle confianza la muchacha se volvería abusiva; otra, que sí (porque si no se le iba a ir) pero que le asignara un día específico en el que no se lavara ropa de la familia, para no mezclar virus, supongo. En otra ocasión, el esposo de una amiga manifestaba abiertamente su desagrado porque su hijo tuviera contacto con el corte de su nana, por lo que la obligaron a usar uniforme. Náusea aparte, no es tan poco común que en las casas de clase media y alta guatemaltecas, las personas del servicio deban mantener por aparte sus platos y cubiertos, ¿o sí? Ni es innegable que la mayoría de indígenas están destinados por su origen y circunstancias a ser peones o sirvientas ¿o sí? ¿No es irónico, entonces, que nos dé tristeza una lica como The Help cuando día a día estamos rodeados de una realidad más trágica que es actual y que sí es nuestra?






Esta fue mi columna semanal No. 43 para Siglo21, publicada el martes 14 de febrero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/02/14/cucharadas-azucar







lunes, 6 de febrero de 2012

42 GUATE¿MORFOSIS?

En Guatemala estamos acostumbrados a que todo se quede en las puras intenciones y por eso nos gusta pensar que las solas intenciones son suficientes. En lugar de combatir el machismo o los estereotipos obsoletos de lo que debe ser una “buena esposa”, para luchar contra la violencia intrafamiliar a los guatemaltecos les gusta bailar al ritmo de Olga Tañón o formar corazones en la cima de un volcán. Para no gastar tiempo en preocuparse por las causas reales de la falta de educación, nutrición y salubridad en los niños, la mara se siente casi santa comiéndose una hamburguesa o regalando algunos quetzales para ver en vivo a artistas de Televisa. Y ay de aquél que ose cuestionar esta pseudo-vocación colectiva de madre Teresa, porque se la verá, mínimo, tachado de “resentido” y probablemente hasta sujeto a la ignominia y al escarnio de esta sociedad rebuznante que seguramente no tiene ni “ignominia” ni “escarnio” en su vocabulario. Mientras tanto, todo sigue perennemente igual. En fin, en estos días en que está de moda Ricardo Arjona, noble y súbito orgullo nacional, me surge esta nueva ráfaga de necesidad de decirle a la gente que no sea mula. Dudo yo que Ricardo Arjona sea la persona ideal para hablarnos tan dulcemente de la delicia de las tortillas o de no fallarle a Guatemala. Por supuesto sé que quizá dice cosas que suena bonito escuchar…pero ¿De él? ¿En serio? ¿Alguien supo de Arjona en las elecciones recién pasadas, pues? ¿Habrá votado? ¿Se pronunció públicamente en algún momento a favor de algún candidato o sobre la ola de violencia que se vive aquí o sobre cualquiera de los otros problemas que no cesan? ¿Cuándo fue su último concierto en Guatemala? ¿Qué hará por sus fans que no pueden pagar los Q200 de la entrada más barata? Y a ver: a mí no me gusta la música repetitiva de Arjona y menos sus letras todas llenas de rimas, paradojas y oxímoros indignos hasta de Capulina, pero eso es otro tema. Esto que critico se enfoca en esa maña que tenemos de dejarnos calar por campañas publicitarias superficiales y vacías –y en este caso, de una gaseosa, ni más ni menos – como la terrible canción aquella de “Orgulloso de ser chapín” que perversamente (porque no es ingenuamente) limita la experiencia de esta difícil guatemalidad a ladinos, marimbas, tamales y volcanes. Arjona hizo bien en irse a encontrar el éxito a otra parte y buena onda que le vaya bien haciendo lo que le gusta. Quizá su intención sea noble, pero ya dije lo que pienso de las meras intenciones. A nosotros nos toca pensar y cuestionarlo todo. Si lo hiciéramos, ciertamente ésta no sería la misma porquería; yo cantaría un rap y esta columna no existiría.

Esta fue mi columna semanal No. 42 para Siglo21, publicada el martes 7 de febrero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/02/07/guate-morfosis







41 CIRCUITO MODA GUATEMALA

Porque el lado creativo tiene muchas formas de expresarse y la moda puede ser una más de sus expresiones, en mi búsqueda personal de gente creativa he conocido, en los últimos años, a bastantes personas interesadas en desarrollar un mercado real de moda en Guatemala. Conozco a diseñadores, estilistas (¿o cómo se traduciría “stylist”?) y costureros, algunos más talentosos que otros, algunos más preparados que otros, algunos con más suerte que otros. Todos, eso sí, al igual que el sector de artistas visuales “emergentes”, se han dado cuenta de que trabajar juntos (al menos por el lado de la promoción) es más fácil que abrirse camino en soledad y, dado eso, se formó el “Circuito Moda Guatemala” que a finales de dos mil once realizó una semana de desfiles de moda, algunos retrospectivos, algunos otros promocionando nuevas colecciones. Aplaudo eso y aplaudo a mis amigos que participaron. De momento, algo que considero negativo llamó mi atención y creo importante expresarlo: El Circuito Moda Guatemala está por llevar a cabo una selección de modelos para participar en la próxima ronda de desfiles en la que, según entiendo, se presentarán colecciones de ropa para la temporada fría de fin de año. ¿Los requisitos para las modelos mujeres? Medir más de 1.65 metros sin tacones y usar tallas de cero a dos. En lo personal, aunque habrá más de alguna, no me siento rodeado de mujeres con estas características y, definitivamente, no es aventurado asegurar que la mujer promedio guatemalteca no se ve precisamente así. Como he comentado en varias otras columnas, el mundillo internacional de la moda, por algún motivo que sigo sin entender, se ha encargado de promover estereotipos de belleza irreales, incluso para mujeres de países del primer mundo. Ropa que casi sólo pueden costearse mujeres en sus treintas es promocionada, inexplicablemente, por niñas de menos de diecisiete, por lo general más escuálidas que las chicas normales de su edad. Aquí en Guatemala apenas estamos comenzando en esto y se tiene la oportunidad de no caer en errores como ese. ¿Vale la pena imitarlos? ¿Quiénes van a ser sus clientas, en realidad? ¿Sólo amazonas tipo la Bundchen? ¿O es que sólo las mujeres altas y flacas son hermosas? ¿Y si mejor empezamos a fomentar el autoestima de las mujeres guatemaltecas tal como son? Ojo, que no estoy planteando soluciones o respuestas. Quizá yo no las tenga. Lo que sí tengo, son preguntas; y creo que todos debemos tenerlas y, más importante que eso, hacerlas. Pero “porque así lo hacen los demás” no es respuesta. Yo así, no apoyo.


Esta fue mi columna semanal No. 41 para Siglo21, publicada el martes 31 de enero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/01/31/circuito-moda-guatemala

40 DE MODA Y PRIORIDADES TRASTOCADAS

Previo a la toma de posesión del nuevo gobierno, por algún motivo que sigo sin comprender en uno de los diarios nacionales de mayor circulación fue publicado que el 14 de enero Otto Pérez Molina vestiría un traje marca Ferragamo y Roxana Baldetti Elías usaría Chanel y Carolina Herrera. Días después, Baldetti, en una entrevista para este medio, comentó, aparte de que usa bótox para no verse enojada, que sus atuendos “no son de las marcas que se mencionaron antes ni tan grandes como dicen. Pero tampoco tan sencillas.” El asunto despertó variedad de comentarios en las redes sociales, la mayoría superando con creces, como era de esperarse, la superficialidad de la nota original. Un debate (a falta de mejor término) que me llamó la atención, sin embargo, versaba sobre el derecho que tienen ellos de ponerse lo que se les dé la gana siempre y cuando fuera con su propio dinero que hubieran comprado sus trapitos. A mí, para empezar, me parece patético que información como esa salga en la sección de “nacionales” de un medio que se considera a sí mismo respetable. ¿Por qué? Porque en realidad a nadie debería importarle qué ropa usan los gobernantes, sobre todo cuando ciertamente no estamos hablando de estrellitas de cine en el estreno de su nueva lica. Por otro lado, es definitivo que nunca sabremos de dónde salió esa ropa, porque de haber sido comprada con pisto público, jamás lo va alguien a decir. No olvidemos que en dos mil ocho la misma Baldetti se quedó sin dar pistas de cómo financió la compra de su casa de playa en Marina del Sur, para la cual habría debido destinar, en ese entonces, el cien por ciento de su salario como diputada por doce años. Es innegable que este tipo de asuntitos se ven beneficiados por esta memoria colectiva que tenemos, tan defectuosa como la de Drew Barrymore en “50 first dates”. De cualquier forma, aún si los atuendos corrieron a costa de sus propios bolsillos, ¿Cuál es el objeto de alardear sobre las marcas de la ropa? ¿Hay algo más estúpido y wannabe?¿Y no es ridículamente desconsiderado, tomando en cuenta que se trata de gobernantes de un país de tercer mundo que, encima de eso, toman el poder en condiciones financieras precarias? Nuestra obligación y derecho como ciudadanos – y lo único verdaderamente positivo que podemos hacer, en lugar de esperar que un presidente nos mejore la vida – es actuar como fiscalizadores y críticos constantes. Estas personas son empleados nuestros, no nuestros monarcas elegidos por la divinidad, con el perdón de Patricia de Arzú.
NOTA: En extremo lamentable, de varias formas, la columna del señor José J. Camacho del sábado recién pasado.


Esta fue mi columna semanal No. 40 para Siglo21, publicada el martes 24 de enero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/01/24/moda-prioridades-trastocadas

39 DESEOS PARA 2012 (PARTE II)

Esta semana ya el tráfico regresó a su agobiante normalidad; los niños y niñas van bostezando uniformados, muy temprano, en carros, buses escolares y camionetas, sobrecargados los pobres con una exageradamente innecesaria cantidad de “útiles” comprados con sobreprecio. Las planillas de IVA ya fueron enviadas y los pocos que tributamos esperamos ansiosos alguito de vuelta. El tema de moda, del que todos hablan desde sus casi siempre limitados –cuando no convenencieros– puntos de vista es del nuevo gobierno. Yo, por mi parte, termino lo que empecé la semana pasada y completo mi lista de deseos para este dos mil doce: Deseo que vengan muchos momentos de feliz soledad, otros de sabrosa compañía y algunos de divertida comunidad, siempre en la dosis en que cada cual se sienta correcta. Deseo que sepamos distinguir quiénes y cuáles son nuestras fuentes de apoyo y que seamos lo suficientemente humildes para saber cuándo necesitamos avocarnos a ellas y, sobre todo, que tengamos la fortaleza para decir “vos, ayudame”. Deseo que nos abunde la inteligencia para saber cuándo nos toca ser el aprendiz y cuándo nos toca ser el maestro y cuándo somos todos sólo compañeros, y que sepamos asumir el rol que toque con toda la enjundia que se requiera. Deseo que encontremos fuerza y seguridad para marcar nuestros límites –ante todos, incluyendo familia y amigos– con la suficiente claridad (decir “comé mierda” se vale) y que, al manifestarnos de la forma que sea, seamos escuchados; y que también estemos abiertos a escuchar a los demás y respetar sus límites. Nos deseo gratitud por todo lo que tenemos y valor para apretarnos las botas y aventurarnos por fin a explorar ese territorio desconocido que hace mucho queremos conocer, porque en lo nuevo es factible encontrar libertad y crecimiento. Como, por supuesto, no puedo dejar de lado la incertidumbre que cada cuatro años se viene con el presidente de turno y su casi siempre altamente-rotativo equipo de trabajo, transcribo algo de la columna de Carolina Escobar Sarti del sábado pasado: “Estamos tan acostumbrados al autoritarismo, al militarismo, a los caudillos y a los dictadores, que se tiene la impresión de que cuando no se ejerce el poder de manera autoritaria, no hay nadie en el timón del barco. Pareciera que, como ciudadanía, no sabemos ejercer la autonomía y mucho menos una convivencia más horizontal. Síndrome de infantilidad en un pueblo enfermo de opresión y terror.” De todo corazón nos deseo conciencia de esta realidad e inteligencia para remediarla.




Esta fue mi columna semanal No. 39 para Siglo21, publicada el martes 17 de enero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/01/17/deseos-para-2012-parte-ii

38 DESEOS PARA 2012 (PARTE I)

Ya en estos días van los camiones de basura cargados de árboles exnavideños y de collares de pasas de manzanilla. La mara comienza a tratar de readaptarse a la rutina laboral que, aunque ni haya estado de vacaciones, rompió con un par de ricas semanas de relax. La moda por estas fechas es empezar dietas, nuevos estudios o dar marcha a toda sarta de planes bienitencionadamente ilusorios que probablemente no llegarán vivos a la semana santa. Por mi parte, a riesgo de sonar como uno de esos tipos new-age-escos o fanáticos de la autoayuda tipo Coelho, no puedo evitar que, por cliché que sea, la idea de un nuevo ciclo -aún cuando sea el calendario quien lo dicte- me salpique de buenos ánimos. Aprovecho, entonces, a compartir algunos deseos e intenciones para estos próximos meses, aunque en realidad, supongo, son más bien deseos de libertad para cualquier persona en cualquier momento de su vida: Deseo que en dos mil doce encontremos gustito y amor por todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo, incluyendo aquéllas que ahorita nos provocan caras frente al espejo y que hacen que nos entrapujemos para esconderlas. Deseo que en dos mil doce encontremos humor en todo, hasta en lo que parezca inapropiado encontrarlo...y sí: pela cuán serio sea. Deseo que en dos mil doce siempre tengamos fe; sobre todo en esos momentos en que tenerla parezca estúpido o ingenuo. Deseo que en dos mil doce sintamos inagotable libertad para expresarnos de cualquier forma que nos dé la gana, desde cómo nos vestimos hasta cómo hablamos; cómo cortamos la lechuga o de qué colores nos rodeamos y cómo apretamos los dientes (o los deditos de los pies) durante el sexo...¡que seamos nosotros mismos sin pena! Deseo que en dos mil doce avancemos - siempre avancemos - pero sepamos distinguir tanto el ritmo adecuado para cada uno como la dirección que nos toca, porque cada quien tiene su propio camino y “el adelante” no siempre nos queda a todos enfrente; además, que no nos dé miedo sentarnos un ratito a descansar o a llorar, porque hacerlo también es parte de la jornada. Nos deseo en dos mil doce conciencia constante de nuestra conexión a ese algo más grande, sin importar si le llamamos “dios” o lo que sea ni qué tan desconectados nos sintamos unos de otros. Deseo que en dos mil doce aprendamos a decir "te amo" y "te quiero" sólo porque es la verdad, sin que nos preocupe ni un poquito la respuesta que pueda o no venir. (Continúo la próxima semana.)



Esta fue mi columna semanal No. 38 para Siglo21, publicada el martes 10 de enero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/01/10/deseos-para-2012-parte-i

37 CUMBIAS Y CHUSMAS

Habré tenido seis o siete años cuando gracias a Don Eugenio –un vecino de la colonia en donde crecí y buen amigo de mis viejos– conocí el infeccioso placer de la cumbia mexicana. En el camino a Patzún, a donde seguido nos invitaba, casete tras casete sonaba imparable Rigo Tovar en su carro, mientras con ojos de ishto que rara vez salía de la capital admiraba uno los paisajes verdes de la carretera sin que faltaran, claro, los chistes por el esporádico e inconfundible olor a pedo de los huertos. Por los mismos años, Chico Che y su “¿Quen pompó?” era rola usual en los programas de videos musicales de los canales locales. Por supuesto, en mi fase grunge jamás se me ocurrió mencionar mi gusto por ese tucutún-tucutún tan inevitablemente bailable, pero allí seguía. Por mucho tiempo la cumbia, innegablemente ligada a lo popular, ha sido en Guatemala un feliz estandarte del movimiento artístico e ideológico que se reputa a sí mismo como contracultural. Este año, sin embargo, por esas cosas raras de la vida pasó algo que pocos habríamos imaginado: la cumbia se puso “de moda”. Por ahí de febrero recién pasado, el DJ Básico3 inauguró en el BarCentral sus “Miércoles de Cumbia” que comenzaron con asistencia de quienes solemos parrandear en el centro y cuyo público se fue extendiendo pantagruélicamente, hasta forzar a los organizadores a buscar recintos cada vez más espaciosos. Pero los cumbieros “originales” se sintieron desplazados y amenazados, prodigando numerosas muestras de rechazo a los “nuevos cumbieros”, reputándolos de fresas, falsos, poseros y demás. Algo de cierto habrá, eso ni dudarlo. Y sin embargo, en lo personal no me molesta su llegada (aunque yo mismo ya no vaya, por mi aversión a las moloteras) como sí me choca la apropiación pueril de algo que, de todas formas, tampoco es una manifestación puramente guatemalteca. Esto, me temo, no es sino una modalidad de la misma discriminación de la que siempre nos quejamos. Ciertamente no ocurre seguido que sea algo que viene de las clases populares lo que provoque estas reacciones de “mío, mío”. ¿Será esto indicio de alguna incipiente necesidad de comunidad intercultural? Gente que se deja llevar por las moditas pasajeras, siempre habrá. Gente que por primera vez experimente algo y diga “puchis, qué chilero esto que no conocía”, también siempre habrá. ¿Cómo separarlos? ¿Habrá necesidad? ¿Será de verdad importante saber quién era Laura León desde que salía en Siempre en Domingo para que pueda a uno gustarle? Yo creo que no. En todo caso, me parece esto la perfecta excusa para recomendar el ensayo de Mario Roberto Morales “Hacia una teoría del mestizaje intercultural”. Léanlo, pues, y bailemos juntos en paz.





Esta fue mi columna semanal No. 37 para Siglo21, publicada el martes 3 de enero de 2012. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2012/01/03/cumbias-chusmas

36 BIGOTITOS Y LUNARES

Ya antes lo he dicho: me parece chilerísimo que el estilo personal de cada quien se nutra de elementos que uno considere que reflejan quién es y, por tanto, de influencias obtenidas de donde uno guste. Pocas cosas se me hacen tan patéticas como vestirse o decorar la casa exactamente como estaban en la vitrina de la tienda donde se compraron las cosas…y créanme: se nota. Para lograr lo que digo, es natural darse ideas en fotos, en viajes, hasta en las propuestas de los diseñadores famosos. Antónimo de natural, según yo, sería que un guatemalteco no tuviera una sola referencia guatemalteca. La decoración de mi casa, por ejemplo, sin ser literal, gira en torno a la idea de un collarín de güipil, con colores, texturas y formas por todas partes. Dejo claro, entonces, que no soy un purista mayista extremista que cree que lo étnico es intocable en aras de la corrección política esa que pareciera, a veces, existir por existir. En septiembre, a propósito de la Miss Guatemala y su atuendo de cofrade de Chichicastenango, escribí sobre lo que considero un uso abusivo e ignorante de lo indígena. No es lo mismo usar una bufanda o una faja “típica”, que travestir a los niños por motivos falsamente patrióticos en septiembre y equivocadamente religiosos en diciembre, sobre todo cuando dicha actitud no conlleva, en absoluto, un mejor entendimiento de esa otredad ni se ha hecho, además, el mínimo esfuerzo por descubrir los errores y perversiones conceptuales de eso que se considera simplemente “lindo” y “bueno”. En lo particular, me es imposible no entender el mito de la Virgen de Guadalupe como uno notoriamente racista y colonialista. Y con esto hablo más bien de la leyenda y de la tradición, no de la aparición en sí, que yo en apariciones de ese tipo sí creo. De acuerdo a estudiosos como Marcella Althaus- Reid, las narrativas de la conquista a menudo retrataron a la Virgen María como guía de los conquistadores en sus masacres de indios. Los relatos oficiales de la propia Guadalupe retrata un ser de “infinita bondad” que se aparece ante un indio humilde, no para pedir trato justo para los indios, no para exigir vivienda para los pobres o protestar contra las violaciones a los derechos humanos…sino para demandar la construcción de un templo católico. ¿Qué conveniente, no? Total, si alguien ayer (y seguro fueron muchos) cometió la insensatez de “disfrazar” a sus hijos de “inditos” en honor al mito de la Guadalupe –con todo y los inexplicable bigotitos de español en los niños y lunar de putita en las niñas– espero que al menos hayan tenido la congruencia de tratarlos como trata Guatemala a los indígenas de verdad: que los hayan puesto a trabajar desde madrugada a cambio de un par de lenes, que hayan hecho la siesta en piso de tierra y comido, si mucho, un par de tortillas con frijoles; que hayan hecho la siesta en piso de tierra, que los hayan insultado y, si protestaron, que les hayan exigido hacerlo en donde no estorbaran el paso. Eso sí: es importante que se hayan visto lindos en las fotos, para atraer a las visitas, tal cual hace el INGUAT.



Esta fue mi columna semanal No. 36 para Siglo21, publicada el martes 13 de diciembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/12/13/bigotitos-lunares