lunes, 31 de octubre de 2011

EL TEMA DE MODA

Escasos temas relacionados con justicia logran ponerse “de moda” y durar en las pláticas del ciudadano común un poco más que la clásica “llamarada de tusa” (término que, muy a mi pesar, bien sabe utilizar mi madre cada vez que comienzo alguna dieta o me inscribo al gimnasio...). El de Cristina Siekavizza es uno de ellos. Dudé mucho en escribir una columna al respecto, porque así como 9 de cada 10 dentistas recomiendan usar (inserte nombre de dentífrico), pareciera que también 9 de cada 10 columnistas decidieron escribir sobre el asunto la semana pasada, algunos mejor que otros, por supuesto. Sin embargo, más que lo que tengan que decir ellos en los diarios, me llama la atención lo que platica la gente en la calle, lo que gritan quienes exigen justicia para Cristina, los “valores” que se extraen de la situación que llevó al crimen y de las situaciones que se desprendieron de él. Definitivamente, vivimos en un país profundamente machista. Tan machista que se niega categóricamente a reconocer que las mujeres no tienen un trato siquiera medianamente similar a los hombres, que la reiterada situación de violencia extrema en contra de ellas se debe a un conjunto de valores profundamente enraizado que las invisibiliza, que las desprecia, que las mata porque es fácil, que las trancacea porque no son “buenas”, que las embaraza y las deja solas, que les exige ser delgadas, peinadas, maquilladas y taconudas, pero santurronas y virginales, madres sumisas...o si no, que se aguanten. ¿Cuánta gente cree innecesaria o absurda la “Ley contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer”? ¡Muchos más de lo que se pensaría desde un país civilizado! Este 8 de marzo recién pasado, Día Internacional de la Mujer, me sorprendió la exagerada cantidad de comentarios burlones y despectivos hacia el día, la avalancha de argumentos simplones sobre la carencia de un día internacional del hombre y de prevalencia de la falsa conclusión de que ya todos somos iguales (que se repite casi siempre en perjuicio de varias otras minorías que requieren discriminación positiva como forma de compensación). ¿Por qué como sociedad es tan notorio que todavía entendemos a la mujer de esa forma tan ridícula y minimizante? Casi todos los argumentos que escucho sobre el caso encajan, de un modo u otro, dentro de los mismos parámetros patriarcales en donde todo es culpa de la mujer. Que si Cristina era infiel, mala esposa y merecía su castigo; que si Cristina era una mujer que prefería la comodidad económica o las apariencias y por eso soportó el sufrimiento; que si Beatriz De León era una madre dejada que eligió su profesión a la educación del nene, que si es una madre alcahueta y consentidora, incluso para el crímen...¿Es imposible movernos por fuera de estos paradigmas cavernarios? Independientemente de este caso, queda mucho por decir y queda mucho por hacer con respecto a nuestra visión sobre las mujeres y cómo ésta se refleja en las política del Estado. No es opción no entrarle. ¿Una pista de la raíz del asunto? Chéquen en su Biblia: 1Timoteo 2:11 a 2:15.

Esta fue mi columna semanal No. 30 para Siglo21, publicada el martes 1 de noviembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/11/01/tema-moda




lunes, 24 de octubre de 2011

¡CONSUMIR, CONSUMIR, CONSUMIR!

De moditas pasajeras, periódicas e ineludibles, ciertamente estamos rodeados. Pasajeras, porque duran de un par de semanas las que menos a un par de meses la que más; periódicas, porque son varias al año, todos los años. Ineludibles, porque...¿necesitaré explicarlo? Y pocos, muy pocos, nos atrevemos, en lo posible, a conscientemente pasar por alto la publicidad que, como bien dice Eduardo Galeano, nos ordena consumir – por más que la economía se lo prohíba a la mayoría. Comenzamos en enero: aunque la tradición del día de reyes es heredada de España, no era común, hasta hace pocos años celebrarla aquí. Ahora, sin embargo, desde que varias panaderías importaron la receta mexicanoide, pues ya es menester comprarla y juntarse con los cuates: Es la moda disfrazada de sabrosa “costumbre” (subrayo lo de “sabrosa”). En febrero es raro quien quede libre de verse forzado a comprar rosas sobrepreciadas, peluches cursis, tarjetas horrendamente melosas o hacer colas enormes en algún restaurante para celebrar el cariño que se le tiene a los amigos, la pareja o la familia. No faltan, tampoco, las depresiones solteronas que duran lo que dura la psicosis del día. Al rato llega la Semana Santa: renta de casas en el puerto, hoteles, fiestas patrocinadas por megaempresas alcoholeras, bikinis, chancletas, ropa de verano. Viene luego el día de la madre y nos ofrecen desde regalos que considero un tanto ofensivos (aunque útiles, supongo...) como planchas y licuadoras, lavatrastos y secadoras, hasta, otra vez, flores que súbitamente subieron de precio mínimo un 100% y, de nuevo, colas ridículas para comer fuera de casa. Llega el día del padre, e igualmente, sin las flores, no falta la publicidad estereotipando a los tatas machosos con corbatas, tacuches, zapatos muy formales, palos de golf e implementos deportivos. Nos saltamos hasta septiembre, cuando llega el feriado de la independencia, que implica que varios menús se vuelven patrióticos, las ventanas de carros y casas se enorgullecen con banderas y, claro, se gasta por el feriado o por los uniformes para el desfile. Ojo, que el que en julio y agosto no haya algo (está la feria capitalina), todo el año se celebran cumpleaños que, cuando menos, implican alguna junta pequeña en que no puede faltar el guaro, sin dejar de mencionar a las típicas madres angustiadas porque su angelito tenga la fiesta más cara y demostrativa (para las demás mamás) sobre cuánto, cuánto quieren al nene. Y vaya si no se vuelve competencia...En octubre está Halloween: parranda y disfraces justo antes del fiambre en noviembre, claro, que implica muchos, muchos suplementos de ofertas con conservas, latas, embutidos finos y, no falta ya, hasta la versión exótica de fiambre tailandés en alguna deli caquera. Fin de año es de fiestas decembrinas que, por lo general, se aprovechan del cristianismo para vender y vender y vender y vender: el ponche para las posadas, tamales, regalos para los más conocidos posibles, convivios, chupes, juntas, estrenos de ropa, la fiesta de año nuevo, las cenas, todo con su consecuente dosis de melancolía, depre o frustración porque la plata no alcanza u orgullo porque hasta sobra... Regresa enero y otra vez el día de reyes, acompañado de mochilas, libros, cuadernos y uniformes. Y así sigue, ad eternum, el ciclo que termina Galeano describiendo como igualador y desigual: igualador en las ideas y en las costumbres que impone, y desigual en las oportunidades que brinda.

Esta fue mi columna semanal No. 29 para Siglo21, publicada el martes 25 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/25/consumir-consumir-consumir

lunes, 17 de octubre de 2011

L’AMOUR FOU


Mi relación con el cine, me temo, es de absoluta dependencia. Es mi escape favorito –leo, claro, lo disfruto y necesito, pero una lica toma menos tiempo y, en estos días, el tiempo es mi reto– por lo que me frustra sobremanera que el 99% de las salas de cine locales sean destinadas exclusivamente a proyectar explosiones digitalizadas. Lo entiendo, ni modo, pero nada me haría más feliz que un cine que se dedicara al arte, como el Angelika Film Center o el Landmark’s Sunshine Cinema, ambos en NYC. Al menos, del 9 al 22 de septiembre recién pasado se llevó a cabo el “15º Tour del Cine Francés”, en esta ocasión en Cinépolis. Un alivio, la verdad. Pese a que únicamente me di tiempo de ver tres películas, valieron la pena. “Le Nom des gens, con la que se cerró el tour, es de los mejores filmes que he visto en mi vida, con todo y ser una comedia romántica bastante efectiva como tal, aunque profunda y transgresora a niveles inimaginables. “Potiche” me decepcionó, no sé si por sosa (que lo es), pero más creo que la presencia de Catherine Deneuve y Gérard Depardieu, según yo, prometía; al menos, eso sí, me dio el raro gusto de ver una lica en donde los protagonistas no sólo son dignamente sesentones sino parecen dignamente sesentones y viven historias dignas de dignos sesentones, cosa que no ocurre en el cine hollywoodense. La tercera fue “L’amour fou” un documental sobre Yves Saint Laurent, uno de los diseñadores de moda esenciales, cuya existencia rescata el concepto de que la creación de ropa puede bien ser una disciplina artística más. La lica es, justamente, sobre amores locos: el amor entre Pierre Bergé e Yves Saint Laurent, el amor de YSL por su trabajo, el extremo amor de ambos por el arte y la arquitectura, el amor del mundo por su talento. Sin ser una retrospectiva rigurosa sobre la carrera de YSL, es un relato suficientemente detallado y comprensible sobre ambos personajes y, sobre todo, un importante ejemplo de cómo el éxito y el dinero son ajenos a la felicidad y la infelicidad. Dos momentos destaco: el magno desfile de 300 modelos con los diseños más representativos de YSL ocurrido durante la final del mundial de fut en Francia 98 (curioso contraste) y, ya muerto Yves, la subasta en Christie’s de una parte sustancial de su colección privada de arte, con la que se recaudaron alrededor de 342 millones de Euros entre una deliciosa orgía de Picassos, Matisses, DeChiricos, Warhols y Kandinskys.

Esta fue mi columna semanal No. 28 para Siglo21, publicada el martes 18 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/18/l-amour-fou









lunes, 10 de octubre de 2011

MÁS BONITA QUE NINGUNA

Abre su bolso nuevo –grande, caro y nude, que combina perfectamente con sus zapatos caros y nude– y saca las pastillas que le quitan el dolor de cabeza causado por el dolor de estómago que le dan las pastillas para adelgazar. Odia el malestar físico y el humor cambiante que le da su coctel matutino: una pastilla para cada cosa que no le gusta de sí misma. Pero prioridades son prioridades. Tiene veintinueve, una cara hermosa de ojos amenazantes y un nudo en la garganta con el que se acostumbró a vivir. No durmió bien anoche. Era jueves, o sea, día de salir al lugar donde se debe ir los jueves, si no a pescar marido (eso está resultando difícil), al menos a que la gente que importa la vea sonreír para que la soltería no parezca trágica. Regresó casi a las cuatro, confirmada su teoría de que es imposible llevarse bien con otras mujeres porque todas la envidian. Abre otra vez su bolso y saca los cigarros. No suele fumar temprano pero le gana el impulso. Anoche bebió y fumó demasiado, mientras su mejor amigo (que lo es prácticamente por default) se encerró con otro chavo en el baño del lugar. Mientras tanto, sola por casi una hora, charló y sonrió frente a frente con quien pudo, sin que alguien le pidiera su número. Fumando, piensa que la asquea su amigo. Ella sólo ha tenido sexo con dos hombres. Uno fue su único novio, con quien nada más disfrutaba la idea de un futuro seguro. El otro, su amante casado, con quien lo prohibido era la gracia. Originalmente el novio perdonó su indiscreción, aunque de pronto reconsideró su postura y decidió oficialmente ser su ex. Así pasó, como todos los hombres de su vida, a la lista de exes: expapá, examante, exnovio, futuro examigo. Abre el bolso y saca un espejo. Se retoca el maquillaje. Se ve a sí misma verdaderamente horrible. Todo está gordo: los cachetes, la nariz, la papada. En el espejito no se ven sus brazos ni sus piernas ni su barriga, pero siente la maldita gordura apretarse contra el pantalón talla cuatro. De nada sirvieron las lipos. Sin ellas, claro, todavía sería la gorda solitaria de la secundaria. Ahora es la solitaria que se siente gorda. En el espejo no encuentra ni lo que fue, ni lo que es, ni lo que quiere ser; sólo escalofrío y una inexplicable sensación de encierro. No se da cuenta de que los zapatos y el bolso y las pastillas y los cigarros y el amigo gay y el marido que no llega y el maquillaje y el espejo y las lipos y la mensualidad del audi son una cárcel que cada día la vuelve más infeliz. Cadena perpetua, seguramente.

Esta fue mi columna semanal No. 27 para Siglo21, publicada el martes 11 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/11/mas-bonita-que-ninguna

El texto de esta columna constituye una versión resumida de un cuento originalmente escrito en 2008. El cuento completo puede ser leído en http://juanpensamientovelasco.blogspot.com/2010/10/tu-carcel-de-bolsos-y-otros-articulos.html


martes, 4 de octubre de 2011

IDEAS QUE NUNCA PASAN DE MODA

Las personas con sobrepeso jamás deben usar rayas horizontales, porque se ven más gordas (ser gordo es feo). Las mujeres muy bajitas nunca deben usar faldas a media rodilla, porque se ven todavía más chaparras (ser chaparro también es feo). Los pobres son pobres por haraganes (no importa, claro, que por lo general su día comience de madrugada para poder alimentarse). El café chocolate y el azul marino no deben mezclarse con negro (ambas combinaciones me gustan). Los profesionales serios deben usar tacuche completo, ellos, y traje sastre, ellas (en lo personal, prefiero un profesional que utilice el cerebro no importa qué tan chilera sea su corbata). Si uno no vota, luego no tiene derecho a reclamar (a ver si alguien me hace favor de informarme dónde pueden reclamar los que sí). Los hombres deben usar el pelo corto (o parecen mujercitas o hippies). La barba es para gente sucia (puedo asegurar que, aunque uso barba, por lo general la higiene y yo nos llevamos bastante bien). Usar faldas muy cortas es abrirle la puerta a los hombres para que te falten el respeto (pobrecitos los hombres y vos tentándolos). El cincho y los zapatos siempre deben ser del mismo color en los hombres (hay excepciones, si uno sabe jugar con los colores). Los zapatos, el bolso y el cincho deben hacer juego o, por lo menos, ser del mismo color en las mujeres (perdónalas, padre, porque no saben lo que hacen). La gente atea es mala y no tiene valores (en mi experiencia, las personas religiosas suelen tener los valores un cachito más confundidos, con o sin mala intención). Las bodas siempre deben ser de vestido largo (la gana de pretender estar en los Oscares, creo...). Sólo las fufurufas usan escote (si lo tenés, mostralo ¿y qué?). Yo era canche de chiquito (esteeeee...va). El negro es elegante y adelgaza (¿Sí sabés que igual te cuelga la timba, verdad?). Las colochas se ven desarregladas (pocas cosas se ven peor que un pelo tieso alisado a la fuerza). Sólo los pobres compran en paca (es verdad...¡mejor ni vayás!). La ropa de marca es de mejor calidad y lo fino se nota (¿Ya viste que dice “Made in Guatemala”?).

NOTA DE ANTI-DUELO: La muerte no siempre es triste, menos cuando quedan huellas de una vida en tantos ojos, mentes, paredes, espacios y corazones. Efraín Recinos nos dejó autografiada toda la ciudad y, por eso, ¡Gracias, maestro!

Esta fue mi columna semanal No. 26 para Siglo21, publicada el martes 4 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/04/ideas-que-nunca-pasan-moda