jueves, 29 de diciembre de 2011

MIS DESEOS PARA DOS MIL DOCE

A riesgo de sonar como uno de esos tipos que recurren a la autoayuda coelhesca, no puedo evitar que, por cliché que sea, la idea de un nuevo ciclo -aún cuando sea el calendario quien lo dicte- sí me provoque ilusión y esperanza, a diferencia de otras celebraciones populares. En una menor parte por conveniencia de tiempo y en una mayor parte porque siguen siendo vigentes e importantes para mí, transcribo los deseos que ya por varios años llevo repitiendo, tanto para mí mismo, como para los demás:




Deseo que en dos mil doce encontremos gustito y amor por todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo, incluyendo aquéllas que ahorita nos provocan caras frente al espejo y que hacen que nos entrapujemos para esconderlas. Deseo que en dos mil doce encontremos humor en todo, hasta en lo que parezca inapropiado encontrarlo...sí: pela la verga cuán serio sea. Deseo que en dos mil doce siempre tengamos fe; sobre todo en esos momentos en que tenerla parezca estúpido o ingenuo. Deseo que en dos mil doce sintamos inagotable libertad para expresarnos de cualquier forma que nos dé la gana, desde cómo nos vestimos hasta cómo hablamos; cómo cortamos la lechuga o de qué colores nos rodeamos y cómo apretamos los dientes (o los deditos de los pies) durante el sexo...¡que seamos nosotros mismos sin pena! Deseo que en dos mil doce avancemos - siempre avancemos - pero sepamos distinguir tanto el ritmo adecuado para cada uno como la dirección que nos toca, porque cada quien tiene su propio camino y “el adelante” no siempre nos queda enfrente; además, que no nos dé miedo sentarnos un ratito a descansar o a llorar, porque hacerlo también es parte de la jornada. Nos deseo en dos mil doce conciencia constante de nuestra conexión a ese algo más grande, sin importar qué tan desconectados nos sintamos unos de otros. Deseo que en dos mil doce aprendamos a decir "te amo" y "te quiero" sólo porque es la verdad, sin que nos importe ni un poquito la respuesta que pueda o no venir. Deseo que en dos mil doce vengan muchos momentos de feliz soledad, otros de deliciosa compañía y algunos también de divertida comunidad, siempre en la dosis en que cada cual se sienta correcta y segura. Deseo que en dos mil doce sepamos distinguir quiénes y cuáles son nuestras fuentes de apoyo y que seamos lo suficientemente humildes para saber cuándo necesitamos avocarnos a ellas y, sobre todo, que tengamos los huevos para decir “vos, ayudame, por fa”. Deseo que en dos mil doce nos abunde la inteligencia para saber cuándo nos toca ser el aprendiz y cuándo nos toca ser el maestro y cuándo somos todos sólo compañeros, y que sepamos asumir ese rol, en ese rato específico, con toda la enjundia que se requiera. Deseo que en dos mil doce encontremos fuerza y seguridad para marcar nuestros límites –ante todos, incluyendo familia y amigos– con la suficiente claridad y amor (decir “comé mierda” sí se vale) y que, al manifestarnos de la forma que sea, seamos escuchados y obtengamos respuestas significativas y que también estemos abiertos a escuchar a los demás y respetar sus límites. Nos deseo en dos mil doce gratitud por todo lo que tenemos y huevos, muchos huevos para apretarnos las botas y aventurarnos por fin a explorar ese territorio desconocido que hace mucho queremos conocer, porque en lo nuevo es donde es más factible encontrar nuestra libertad y crecimiento.

lunes, 5 de diciembre de 2011

35 LAS MODAS DE FIN DE AÑO

Si en algún momento del año casi todos los defectos de nuestra sociedad salen juntitos a flote (engañosamente etiquetados como “amor y paz”) es justo ahorita al final. La moda se torna abrigada; eso es chilero, sobre todo para quienes no somos amigos del calor. Procuramos sacar nuestra ropa más calientita y no falta quien aprovecha para pretender que vive en el ártico y anda haciendo bulto con aquel abrigo peludo que se compró en París o en Nueva York. Las casas y las calles se visten con muñecos de nieve, trineos y renos, cosa bastante ridícula considerando que aquí en Guatemala ni nieva ni hay más que venaditos de selva tropical. Los espacios públicos se llenan de luces que, además de iluminar el espíritu de la fiesta cristiana que celebra el nacimiento de Jesús, convenientemente promocionan la venta de cerveza Gallo y, este año, también de Coca Cola, tal vez para que los niños se mantengan despiertos y activos hasta pasada la media noche por la sobredosis de azúcar. Por cierto, me pregunto ¿A cuenta de qué se permite a estas entidades posicionar su marca tan flagrantemente? ¿Pagarán al menos Gallo y Coca Cola la cuenta de luz de la Muni? ¿O qué ganan y quién gana algo? ¿En serio esperamos campañas efectivas contra el abuso del alcohol cuando el símbolo capitalino de la navidad lo patrocina una bebida alcohólica? Se pone de moda, también, comprar y comprar y comprar. Yo, por mi parte, no pienso pisar un solo centro comercial de aquí hasta enero, ni siquiera para ir al cine. Suerte, a quienes vayan, encontrando parqueo. Algunos, por el aguinaldo, se sienten súbitamente y por algo así como dos semanas, ricos. Los pobres, eso sí, aunque sigan igual, se sienten más pobres que en los otros once meses; ¿Y cómo no? Con tanto anuncio junto que les recuerda todo lo que no tienen ni tendrán. Por su parte, el tráfico de esta época y las actitudes que afloran por su causa, lejos están del noble deseo de paz al prójimo que nos tiró encima el carro. Santa Clos surge, además, como la quintaesencia de la esquizofrenia que colectivamente vivimos y perpetuamos: Santa es una mentira, pero a los güiros se les enseña que no es bueno mentir. Se les dice que sólo trae regalos a los niños buenos, tratando de manipular así la conducta que más le conviene a los padres –tal como la religión luego nos regalará el paraíso, si somos bien portados– aunque de todas formas no hay padre ni madre que le hagan al hijo la cruel malobra de no darle regalo, así que los malcriados se salen impunemente con la suya, familiarizándonos desde chiquitos con la impunidad. Díganme como quieran: Grinch o Scrooge o Satanás. Yo estaré tranquilo tragándome un tamal (que en esta época no sólo se ponen de moda sino también se ponen más sabrosos) y odiándome a mí mismo por la imposibilidad de dejar de tararear la cancioncita de B&B.

Esta fue mi columna semanal No. 35 para Siglo21, publicada el martes 6 de diciembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/12/06/modas-fin-ano









domingo, 27 de noviembre de 2011

BESOS DE CENIZA: ALMA QUEBRADIZA




Aunque innegable que Benetton es una marca ubicua, debo admitir que no es ropa que me interese. Un par de suéteres habrán en mi clóset (seguramente viejos) pero me parece ropa demasiado básica y sobrepreciada, además de diseñada para anoréxicos. Lo que desde hace años disfruto son sus campañas publicitarias. Pese a que su objetivo natural es convencerme de comprar, sé que eso no me interesa, así que simplemente disfruto sus imágenes curiosas, hermosas, casi siempre transgresoras. Recuerdo varias, como aquella de una chica albina rodeada de su tribu africana o la del bebé blanco lactando de una mujer negra y, mi favorita, un collage multiétnico de genitales. Me gusta también la campaña nueva, “Unhate”, que para hoy más de medio mundo seguro ya conoce, como también sabrán ya del Vatiberrinche que armó el Vaticano, quien no tarda en interponer una demanda por faltar el respeto al papa y a sus “fieles” (cuando les conviene) seguidores. Me parece esto una payasada tan monumental como cuando Quezada Toruño armó relajo porque el vocero presidencial osó decirle “señor” y no “monseñor”. La campaña esta de Benetton, ideada, como las otras, por Oliviero Toscani, muestra a parejas de líderes políticos, usualmente antagónicos, besándose entre sí: el presidente de EUA con el de Venezuela (en otra, con el de China), la canciller de Alemania con el presidente de Francia, el principal líder palestino con el primer ministro de Israel, el líder de Corea del Norte con el de Corea del Sur y el papa con el imam egipcio que lidera el centro de adoctrinamiento más importante del islamismo suní. Aunque para muchos sea complicado separar al papa en sus funciones de líder espiritual y político, creo acertado verlo de esa forma. Después de todo, es el Vaticano un estado con territorio, población y soberanía propias. La ira demostrada por los católicos me huele a mero fundamentalismo. ¿Acaso lo peor en la historia de la iglesia católica son besos? ¿Acaso de verdad alguien en el mundo pensaría que la foto es real? La imagen es, básicamente, equiparable a una caricatura política. ¿Se imaginan si los políticos del mundo se dieran a la tarea de plantear demandas contra las caricaturas que los ridiculizan? ¿Y, en todo caso, no se supone que el papa debería, siguiendo las enseñanzas de Cristo, dar el ejemplo de ser humilde y poner la otra mejilla? En fin, me quedo con una muestra más de que el ego vaticano, cuando sale del clóset, es casi tan majestuoso como la banca vaticana.



Esta fue mi columna semanal No. 34 para Siglo21, publicada el martes 29 de noviembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es www.s21.com.gt/vida/2011/11/29/besos-ceniza-alma-quebradiza
















TEJIDO SOCIAL FASHION

En Chile no hay indios, sólo hay chilenos” cuenta Galeano que rezaban los carteles de gobierno durante la dictadura de Pinochet; y fue esa la frase que me vino a la mente con la nueva campaña de Saúl E. Méndez titulada –no sé si ingenua, irresponsable o cínicamente– “Tejido social”, una excusa bastante simplona para fotografiar hilos multicolores contra la última colección de ropa de la tienda. Me es difícil pensar otra cosa, porque es obvio que nuestro tejido social –y me refiero al guatemalteco, por si hay duda– no está primordialmente compuesto por personas con pinta ni asiática ni afroamericana ni ibérica ni nórdica, como la de los cuatro modelos utilizados para las fotos publicitarias, tal cual lo hacía Benetton 20 años atrás…salvo que Benetton pretendía reflejar al mundo entero y no un país compuesto mayoritariamente por indígenas de distintas etnias y cuya fisonomía del resto, salvo una pequeña minoría, es mestiza. Por supuesto que en Guatemala contamos con comunidad asiática, tal como también existen rubios de ojo claro y personas con fisonomía ibérica. Tenemos, asimismo, garífunas, que no fueron tomados en cuenta, salvo que el criterio de selección se hubiera limitado a “¡Ay, hombre, negro es negro!”. Pero no nos engañemos: no existe confusión. Los creativos de la campaña tienen todo esto perfectamente claro y simplemente piensan, como muchos, que el populacho es muy feo como para salir en una campaña que, de todas formas, no se dirige a vender ropa a pobretones que no pueden pagarse un tacuche fino. Eso lo entiendo y ni modo. Lo que me parece perverso es llamarle a esa pequeña muestra “EL tejido social”, reconocer que “repararlo” es súper fundamental para los guatemaltecos (palabras de Emilio Méndez, el mismo que sueña con crepas de nutella en las esquinas de los barrios en lugar de los shumos puestos de tostadas) y aun así, que los únicos indígenas involucrados en el proceso sean utilizados como fondo en algunas fotos (mientras trabajan en sus tejidos: mano de obra) y para vender sus lindas artesanías en las calles (en el espacio asignado para ellos) durante el TEJIDO SOCIAL FASHION WEEKEND BY SAUL E. MENDEZ (nótese el spanglish, nuevo orgullo nacional) que se llevó a cabo en Xela este fin de semana recién pasado, perpetuando, indudablemente, el papel de los inditos como vendedores del mercadito a que juegan los niños ladinos, patrióticamente, cada septiembre en sus colegios. “Pintoresco, nena, pintoresco” le dijo aquel señor a Mafalda.

Esta fue mi columna semanal No. 33 para Siglo21, publicada el martes 22 de noviembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/11/22/tejido-social-fashion







PEQUEÑAS VICTORIAS

Su régimen de ejercicios comenzó desde agosto y consistió en dos sesiones al día con su entrenador personal. Una nutricionista midió su masa muscular, sus niveles de grasa y de retención de líquidos. Su dieta incluyó licuados de proteína, vitaminas y suplementos para mantener optimizados sus niveles de energía durante el intenso entrenamiento físico. Durante todo ese tiempo, bebió un galón de agua diario. Nueve días antes del evento, su ingesta diaria consistió exclusivamente de licuados, es decir, nada de alimentos sólidos. Dos días antes, dejó de beber el galón de agua y bebió líquidos “normalmente”. Doce horas antes, dejó de comer y beber del todo. Evitando cualquier líquido para “secarse” se pueden perder hasta ocho libras de último momento, dice. Según una entrevista para el diario londinense The Telegraph, todo eso, señores, es lo que hizo la modelo Adriana Lima antes de caminar por la pasarela delVictoria’s Secret Fashion Show de la semana pasada en variedad de calzones, brassieres y alas de ángel, para deleite, sobre todo, de los chicos púberes del mundo que luego verán la transmisión televisiva una y otra vez en esos extraños días en que deciden “bañarse” seis o siete veces, tan limpios ellos. La cuestión es esta: el desfile de Victoria’s Secret, por mucho que presente modelos con cuerpos un tanto más saludables que las pasarelas de moda comunes, lleva algunos años marcando la pauta de lo que se considera la belleza femenina para el resto del mundo. Me pregunto cuántas personas se han sentido inadecuadas al probarse un atuendo de esos de Victoria’s Secret y se deciden a comprar mejor uno de esos sprays con olor a fruta y esperar hasta que la próxima dieta haga sus efectos. Lo entiendo, yo he estado allí (no probándome brassieres en Victoria’s Secret, sino en la situación...luego de ver la lica 300 pasé varios días detestando el espejo, por ejemplo) pero, sorpresa: son puras estupideces. Una persona común, sea de donde sea, no tiene ni la plata ni el tiempo para dos sesiones de ejercicio al día con entrenador personal ni para nutricionista particular. Tampoco suena muy factible pasar varios días sólo con licuados. Esas modelos tienen asistentes, chefs personales y, básicamente, su trabajo es verse como se ven. No critico la dedicación de Adriana Lima, como tampoco criticaría el régimen de un maratonista o triatlonista, sino simplemente digo que debemos percibir estos cuerpos con un agrado meramente superficial y con bastante, bastante realismo. Yo, para mientras, voy por un McRib...

Esta fue mi columna semanal No. 32 para Siglo21, publicada el martes 15 de noviembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/11/15/pequenas-victorias




lunes, 7 de noviembre de 2011

F*CK YOU LIKE AN ANIMAL

Así fue la cosa: Un paparazzo toma una foto cualquiera de la actriz Reese Witherspoon caminando por alguna calle de Los Angeles. Alguien nota que su bolso -que aparece en varias otras imágenes y pareciera ser el “de batalla”- es un Chloé de piel de pitón. Entonces, la asociación PETA (People for the Ethical Treatment of Animals) envía a Witherspoon un video narrado por su co-estrella en la lica “Walk the Line”, Joaquin Phoenix, en donde éste explica que la piel de las serpientes para accesorios de moda es obtenida mediante el cruel procedimiento de clavar la cabeza de la serpiente viva a un árbol, desollarla sin que ésta haya muerto y luego simplemente dejar allí al animal para que muera cuando muera. Reese Witherspoon agradece públicamente a PETA por instruirla sobre el tema y asegura que no usará más su bolso de aproximadamente US$4,000.00. Y vivieron felices para siempre, me imagino. Regresando a la realidad, ignoro si es verdad que ese es el procedimiento estándar vigente para obtener piel de serpiente. ¿Será posible? Por todos los dioses, espero que no. PETA no siempre es de confiar en cuanto a sus aseveraciones, que no es raro que suelan ser parciales y tendenciosas. En todo caso, el asunto me desencadenó toda una serie de pensamientos confusos. Y digo, estar confundido no siempre es malo; es más, con el mundo como es, supongo que es natural. Por un espacio de 3 años fui vegetariano. Ya no lo soy. En realidad no me causa conflicto la idea de que el destino de algunos animales sea terminar en mi panza (tal como terminarían naturalmente en la panza de otros carnívoros), aunque tampoco me hace gracia el trato que se les da cuando el asunto ya pasa a la gran escala y se vuelve más importante criarlos y engordarlos a como dé lugar, sin tomar en cuenta que cualquier animal es un ser vivo y, por tanto, tan meritorio de un trato digno como uno mismo. Claro, el asunto del trato digno entre humanos no es precisamente prioritario para mantener engrasadas las ruedas del capitalismo extremo, así que sería sobremanera ingenuo extrañarse de cómo se trata a los pollos o a las reses o a los cerdos (o, incluso, a las ratas que nos hacen pasar por pollo o cerdo en cualquier sabroso wan tan) o a lo que sea que usan para hacer salchichas...en fin. No soy un experto en el tema y, ciertamente, tampoco me quita el sueño, aunque puedo asegurar que no vivo pateando perros ni gatos ni puedo tolerar a la gente que es cruel o sádica con los animales. Me parece admirable la pasión, entrega y dedicación de algunas personas que conozco por sus mascotas, aunque la casi obsesión de algunas otras suele perturbarme. Esa pastelería para perros en un centro comercial de la zona 10, por ejemplo, me parece ofensiva considerando la desnutrición rampante que padece nuestro país. Y no digo que deje de existir ese negocio, necesariamente; es sólo que el contraste duele y no hace sino recordarme el pasaje aquel de “La Virgen de los Sicarios” (de Fernando Vallejo) en donde Alexis, el adolescente asesino que no se tienta el alma para matar gente por cualquier pendejada, llora desconsolado por un chuchito moribundo atrapado en un desagüe que, para él, valía más que el prójimo. Eso sí que me quitó el sueño.

Esta fue mi columna semanal No. 31 para Siglo21, publicada el martes 8 de noviembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/11/08/f-you-animal





lunes, 31 de octubre de 2011

EL TEMA DE MODA

Escasos temas relacionados con justicia logran ponerse “de moda” y durar en las pláticas del ciudadano común un poco más que la clásica “llamarada de tusa” (término que, muy a mi pesar, bien sabe utilizar mi madre cada vez que comienzo alguna dieta o me inscribo al gimnasio...). El de Cristina Siekavizza es uno de ellos. Dudé mucho en escribir una columna al respecto, porque así como 9 de cada 10 dentistas recomiendan usar (inserte nombre de dentífrico), pareciera que también 9 de cada 10 columnistas decidieron escribir sobre el asunto la semana pasada, algunos mejor que otros, por supuesto. Sin embargo, más que lo que tengan que decir ellos en los diarios, me llama la atención lo que platica la gente en la calle, lo que gritan quienes exigen justicia para Cristina, los “valores” que se extraen de la situación que llevó al crimen y de las situaciones que se desprendieron de él. Definitivamente, vivimos en un país profundamente machista. Tan machista que se niega categóricamente a reconocer que las mujeres no tienen un trato siquiera medianamente similar a los hombres, que la reiterada situación de violencia extrema en contra de ellas se debe a un conjunto de valores profundamente enraizado que las invisibiliza, que las desprecia, que las mata porque es fácil, que las trancacea porque no son “buenas”, que las embaraza y las deja solas, que les exige ser delgadas, peinadas, maquilladas y taconudas, pero santurronas y virginales, madres sumisas...o si no, que se aguanten. ¿Cuánta gente cree innecesaria o absurda la “Ley contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer”? ¡Muchos más de lo que se pensaría desde un país civilizado! Este 8 de marzo recién pasado, Día Internacional de la Mujer, me sorprendió la exagerada cantidad de comentarios burlones y despectivos hacia el día, la avalancha de argumentos simplones sobre la carencia de un día internacional del hombre y de prevalencia de la falsa conclusión de que ya todos somos iguales (que se repite casi siempre en perjuicio de varias otras minorías que requieren discriminación positiva como forma de compensación). ¿Por qué como sociedad es tan notorio que todavía entendemos a la mujer de esa forma tan ridícula y minimizante? Casi todos los argumentos que escucho sobre el caso encajan, de un modo u otro, dentro de los mismos parámetros patriarcales en donde todo es culpa de la mujer. Que si Cristina era infiel, mala esposa y merecía su castigo; que si Cristina era una mujer que prefería la comodidad económica o las apariencias y por eso soportó el sufrimiento; que si Beatriz De León era una madre dejada que eligió su profesión a la educación del nene, que si es una madre alcahueta y consentidora, incluso para el crímen...¿Es imposible movernos por fuera de estos paradigmas cavernarios? Independientemente de este caso, queda mucho por decir y queda mucho por hacer con respecto a nuestra visión sobre las mujeres y cómo ésta se refleja en las política del Estado. No es opción no entrarle. ¿Una pista de la raíz del asunto? Chéquen en su Biblia: 1Timoteo 2:11 a 2:15.

Esta fue mi columna semanal No. 30 para Siglo21, publicada el martes 1 de noviembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/11/01/tema-moda




lunes, 24 de octubre de 2011

¡CONSUMIR, CONSUMIR, CONSUMIR!

De moditas pasajeras, periódicas e ineludibles, ciertamente estamos rodeados. Pasajeras, porque duran de un par de semanas las que menos a un par de meses la que más; periódicas, porque son varias al año, todos los años. Ineludibles, porque...¿necesitaré explicarlo? Y pocos, muy pocos, nos atrevemos, en lo posible, a conscientemente pasar por alto la publicidad que, como bien dice Eduardo Galeano, nos ordena consumir – por más que la economía se lo prohíba a la mayoría. Comenzamos en enero: aunque la tradición del día de reyes es heredada de España, no era común, hasta hace pocos años celebrarla aquí. Ahora, sin embargo, desde que varias panaderías importaron la receta mexicanoide, pues ya es menester comprarla y juntarse con los cuates: Es la moda disfrazada de sabrosa “costumbre” (subrayo lo de “sabrosa”). En febrero es raro quien quede libre de verse forzado a comprar rosas sobrepreciadas, peluches cursis, tarjetas horrendamente melosas o hacer colas enormes en algún restaurante para celebrar el cariño que se le tiene a los amigos, la pareja o la familia. No faltan, tampoco, las depresiones solteronas que duran lo que dura la psicosis del día. Al rato llega la Semana Santa: renta de casas en el puerto, hoteles, fiestas patrocinadas por megaempresas alcoholeras, bikinis, chancletas, ropa de verano. Viene luego el día de la madre y nos ofrecen desde regalos que considero un tanto ofensivos (aunque útiles, supongo...) como planchas y licuadoras, lavatrastos y secadoras, hasta, otra vez, flores que súbitamente subieron de precio mínimo un 100% y, de nuevo, colas ridículas para comer fuera de casa. Llega el día del padre, e igualmente, sin las flores, no falta la publicidad estereotipando a los tatas machosos con corbatas, tacuches, zapatos muy formales, palos de golf e implementos deportivos. Nos saltamos hasta septiembre, cuando llega el feriado de la independencia, que implica que varios menús se vuelven patrióticos, las ventanas de carros y casas se enorgullecen con banderas y, claro, se gasta por el feriado o por los uniformes para el desfile. Ojo, que el que en julio y agosto no haya algo (está la feria capitalina), todo el año se celebran cumpleaños que, cuando menos, implican alguna junta pequeña en que no puede faltar el guaro, sin dejar de mencionar a las típicas madres angustiadas porque su angelito tenga la fiesta más cara y demostrativa (para las demás mamás) sobre cuánto, cuánto quieren al nene. Y vaya si no se vuelve competencia...En octubre está Halloween: parranda y disfraces justo antes del fiambre en noviembre, claro, que implica muchos, muchos suplementos de ofertas con conservas, latas, embutidos finos y, no falta ya, hasta la versión exótica de fiambre tailandés en alguna deli caquera. Fin de año es de fiestas decembrinas que, por lo general, se aprovechan del cristianismo para vender y vender y vender y vender: el ponche para las posadas, tamales, regalos para los más conocidos posibles, convivios, chupes, juntas, estrenos de ropa, la fiesta de año nuevo, las cenas, todo con su consecuente dosis de melancolía, depre o frustración porque la plata no alcanza u orgullo porque hasta sobra... Regresa enero y otra vez el día de reyes, acompañado de mochilas, libros, cuadernos y uniformes. Y así sigue, ad eternum, el ciclo que termina Galeano describiendo como igualador y desigual: igualador en las ideas y en las costumbres que impone, y desigual en las oportunidades que brinda.

Esta fue mi columna semanal No. 29 para Siglo21, publicada el martes 25 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/25/consumir-consumir-consumir

lunes, 17 de octubre de 2011

L’AMOUR FOU


Mi relación con el cine, me temo, es de absoluta dependencia. Es mi escape favorito –leo, claro, lo disfruto y necesito, pero una lica toma menos tiempo y, en estos días, el tiempo es mi reto– por lo que me frustra sobremanera que el 99% de las salas de cine locales sean destinadas exclusivamente a proyectar explosiones digitalizadas. Lo entiendo, ni modo, pero nada me haría más feliz que un cine que se dedicara al arte, como el Angelika Film Center o el Landmark’s Sunshine Cinema, ambos en NYC. Al menos, del 9 al 22 de septiembre recién pasado se llevó a cabo el “15º Tour del Cine Francés”, en esta ocasión en Cinépolis. Un alivio, la verdad. Pese a que únicamente me di tiempo de ver tres películas, valieron la pena. “Le Nom des gens, con la que se cerró el tour, es de los mejores filmes que he visto en mi vida, con todo y ser una comedia romántica bastante efectiva como tal, aunque profunda y transgresora a niveles inimaginables. “Potiche” me decepcionó, no sé si por sosa (que lo es), pero más creo que la presencia de Catherine Deneuve y Gérard Depardieu, según yo, prometía; al menos, eso sí, me dio el raro gusto de ver una lica en donde los protagonistas no sólo son dignamente sesentones sino parecen dignamente sesentones y viven historias dignas de dignos sesentones, cosa que no ocurre en el cine hollywoodense. La tercera fue “L’amour fou” un documental sobre Yves Saint Laurent, uno de los diseñadores de moda esenciales, cuya existencia rescata el concepto de que la creación de ropa puede bien ser una disciplina artística más. La lica es, justamente, sobre amores locos: el amor entre Pierre Bergé e Yves Saint Laurent, el amor de YSL por su trabajo, el extremo amor de ambos por el arte y la arquitectura, el amor del mundo por su talento. Sin ser una retrospectiva rigurosa sobre la carrera de YSL, es un relato suficientemente detallado y comprensible sobre ambos personajes y, sobre todo, un importante ejemplo de cómo el éxito y el dinero son ajenos a la felicidad y la infelicidad. Dos momentos destaco: el magno desfile de 300 modelos con los diseños más representativos de YSL ocurrido durante la final del mundial de fut en Francia 98 (curioso contraste) y, ya muerto Yves, la subasta en Christie’s de una parte sustancial de su colección privada de arte, con la que se recaudaron alrededor de 342 millones de Euros entre una deliciosa orgía de Picassos, Matisses, DeChiricos, Warhols y Kandinskys.

Esta fue mi columna semanal No. 28 para Siglo21, publicada el martes 18 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/18/l-amour-fou









lunes, 10 de octubre de 2011

MÁS BONITA QUE NINGUNA

Abre su bolso nuevo –grande, caro y nude, que combina perfectamente con sus zapatos caros y nude– y saca las pastillas que le quitan el dolor de cabeza causado por el dolor de estómago que le dan las pastillas para adelgazar. Odia el malestar físico y el humor cambiante que le da su coctel matutino: una pastilla para cada cosa que no le gusta de sí misma. Pero prioridades son prioridades. Tiene veintinueve, una cara hermosa de ojos amenazantes y un nudo en la garganta con el que se acostumbró a vivir. No durmió bien anoche. Era jueves, o sea, día de salir al lugar donde se debe ir los jueves, si no a pescar marido (eso está resultando difícil), al menos a que la gente que importa la vea sonreír para que la soltería no parezca trágica. Regresó casi a las cuatro, confirmada su teoría de que es imposible llevarse bien con otras mujeres porque todas la envidian. Abre otra vez su bolso y saca los cigarros. No suele fumar temprano pero le gana el impulso. Anoche bebió y fumó demasiado, mientras su mejor amigo (que lo es prácticamente por default) se encerró con otro chavo en el baño del lugar. Mientras tanto, sola por casi una hora, charló y sonrió frente a frente con quien pudo, sin que alguien le pidiera su número. Fumando, piensa que la asquea su amigo. Ella sólo ha tenido sexo con dos hombres. Uno fue su único novio, con quien nada más disfrutaba la idea de un futuro seguro. El otro, su amante casado, con quien lo prohibido era la gracia. Originalmente el novio perdonó su indiscreción, aunque de pronto reconsideró su postura y decidió oficialmente ser su ex. Así pasó, como todos los hombres de su vida, a la lista de exes: expapá, examante, exnovio, futuro examigo. Abre el bolso y saca un espejo. Se retoca el maquillaje. Se ve a sí misma verdaderamente horrible. Todo está gordo: los cachetes, la nariz, la papada. En el espejito no se ven sus brazos ni sus piernas ni su barriga, pero siente la maldita gordura apretarse contra el pantalón talla cuatro. De nada sirvieron las lipos. Sin ellas, claro, todavía sería la gorda solitaria de la secundaria. Ahora es la solitaria que se siente gorda. En el espejo no encuentra ni lo que fue, ni lo que es, ni lo que quiere ser; sólo escalofrío y una inexplicable sensación de encierro. No se da cuenta de que los zapatos y el bolso y las pastillas y los cigarros y el amigo gay y el marido que no llega y el maquillaje y el espejo y las lipos y la mensualidad del audi son una cárcel que cada día la vuelve más infeliz. Cadena perpetua, seguramente.

Esta fue mi columna semanal No. 27 para Siglo21, publicada el martes 11 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/11/mas-bonita-que-ninguna

El texto de esta columna constituye una versión resumida de un cuento originalmente escrito en 2008. El cuento completo puede ser leído en http://juanpensamientovelasco.blogspot.com/2010/10/tu-carcel-de-bolsos-y-otros-articulos.html


martes, 4 de octubre de 2011

IDEAS QUE NUNCA PASAN DE MODA

Las personas con sobrepeso jamás deben usar rayas horizontales, porque se ven más gordas (ser gordo es feo). Las mujeres muy bajitas nunca deben usar faldas a media rodilla, porque se ven todavía más chaparras (ser chaparro también es feo). Los pobres son pobres por haraganes (no importa, claro, que por lo general su día comience de madrugada para poder alimentarse). El café chocolate y el azul marino no deben mezclarse con negro (ambas combinaciones me gustan). Los profesionales serios deben usar tacuche completo, ellos, y traje sastre, ellas (en lo personal, prefiero un profesional que utilice el cerebro no importa qué tan chilera sea su corbata). Si uno no vota, luego no tiene derecho a reclamar (a ver si alguien me hace favor de informarme dónde pueden reclamar los que sí). Los hombres deben usar el pelo corto (o parecen mujercitas o hippies). La barba es para gente sucia (puedo asegurar que, aunque uso barba, por lo general la higiene y yo nos llevamos bastante bien). Usar faldas muy cortas es abrirle la puerta a los hombres para que te falten el respeto (pobrecitos los hombres y vos tentándolos). El cincho y los zapatos siempre deben ser del mismo color en los hombres (hay excepciones, si uno sabe jugar con los colores). Los zapatos, el bolso y el cincho deben hacer juego o, por lo menos, ser del mismo color en las mujeres (perdónalas, padre, porque no saben lo que hacen). La gente atea es mala y no tiene valores (en mi experiencia, las personas religiosas suelen tener los valores un cachito más confundidos, con o sin mala intención). Las bodas siempre deben ser de vestido largo (la gana de pretender estar en los Oscares, creo...). Sólo las fufurufas usan escote (si lo tenés, mostralo ¿y qué?). Yo era canche de chiquito (esteeeee...va). El negro es elegante y adelgaza (¿Sí sabés que igual te cuelga la timba, verdad?). Las colochas se ven desarregladas (pocas cosas se ven peor que un pelo tieso alisado a la fuerza). Sólo los pobres compran en paca (es verdad...¡mejor ni vayás!). La ropa de marca es de mejor calidad y lo fino se nota (¿Ya viste que dice “Made in Guatemala”?).

NOTA DE ANTI-DUELO: La muerte no siempre es triste, menos cuando quedan huellas de una vida en tantos ojos, mentes, paredes, espacios y corazones. Efraín Recinos nos dejó autografiada toda la ciudad y, por eso, ¡Gracias, maestro!

Esta fue mi columna semanal No. 26 para Siglo21, publicada el martes 4 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/04/ideas-que-nunca-pasan-moda

lunes, 19 de septiembre de 2011

MEJOR QUE EL DIABLO SE VISTA SóLO DE PRADA...

Hace un par de semanas, antes del escabrosamente acéfalo evento de Miss Universo (costumbre cavernícola esa de todavía mercadear a la mujer como producto), un diario nacional publicó una foto promocional de la candidata guatemalteca, Alejandra Barillas, portando una variante del traje ceremonial de los cofrades de Chichicastenango. El atuendo fue diseñado por Giovanni Guzmán (cuyo trabajo desconozco) para ser utilizado en la fase de “trajes típicos” del concurso. Con respecto al solo traje, debo reconocer que éste se me antojó estéticamente agradable y la idea, hasta cierto punto, creativa. Sin embargo, limitarse a ver este asunto desde el único enfoque de “bonito” o “feo” me parece por demás errado. ¿Se imaginan acaso a una concursante dando vueltas vestida de sacerdote católico o de rabino judío? ¿O pintada con blackface, como mujer negra? ¿Entonces por qué no entender lo inapropiado –por decir lo menos – de una mujer ladina pavoneándose no sólo con un traje que pertenece a una etnia distinta a la suya, sino, encima, con un traje reservado exclusivamente a lo religioso? No es de extrañarse entonces, que la imagen generara, yo creo que merecidamente, reprimendas por parte de varias organizaciones indígenas como el Consejo Maya guatemalteco, quien consideró el hecho como una falta de respeto a los Pueblos Indígenas del país, además de aducir violación al Convenio 169 de la OIT. Por su parte, la Coordinación y Convergencia Nacional Maya Waqib’ Kej señaló que no debió actuarse en detrimento de la espiritualidad maya. La Coordinadora Nacional Indígena y Campesina, CONIC, a mi parecer, emitió algunos de los argumentos más sólidos, que me permito transcribir parcialmente: “Para la cultura maya solamente las autoridades pueden portar el traje ceremonial; los trajes ancestrales tienen un valor importante dentro de la cosmovisión maya, identidad y cultura de los pueblos ancestrales. El traje regional de las autoridades indígenas en este caso, es utilizado como exhibición sin respeto a los principios y valores que se mantienen en las comunidades. La moda con la que pretende ganar un concurso mundial de belleza, no beneficiará la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas de Guatemala; generará ingresos económicos mediante visitas turísticas, mientras que el pueblo indígena y maya continuará sumergido en la exclusión social y la pobreza.” Y es que eso último, me temo, dejando de lado a la Miss loquesea, es precisamente la farsa y la trampa de todo este pseudopatriotismo que empieza y termina cada septiembre: son pajas. Ni adornar con telas típicas los almacenes, ni ondear banderas en las ventanas, ni variar los menús de los restaurantes, ni marchar como soldaditos, ni disfrazar a los niños “de inditos” y ponerlos a jugar al mercado (claro, “los indígenas venden verduras y punto”) crea ni refleja, en absoluto, conciencia alguna sobre los verdaderos problemas de este paisito lleno de esclavos lameyugos y tiranos escupefaces.

Esta fue mi columna semanal No. 24 para Siglo21, publicada el martes 20 de septiembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/09/20/mejor-que-diablo-se-vista-solo-prada







lunes, 12 de septiembre de 2011

DE ESTIRONES FACIALES Y SEÑORAS DE LAS CUATRO DECADAS


Hasta hace poco más de veinte años, las actrices y modelos parecían condenadas a quedarse sin trabajo pasados los cuarenta. Hoy por hoy, al contrario, la mayoría de “estrellas” mejor pagadas, son cuarentonas o cincuentonas: Sandra Bullock tiene 47, Naomi Campbell, 41; Nicole Kidman, 44; Jennifer Lopez, 42; Halle Berry, 45; Madonna, 53…hasta Paulina Rubio o Thalía, ya cumplieron las cuatro décadas tan insufriblemente berreadas por Arjona. Y, sin embargo, contrario a lo que podría pensarse, tampoco podemos hablar de una mejora verdadera en cuanto a la aceptación de las mujeres a mayor edad. ¿Por qué? Fácil: ¿Cómo se ven estas mujeres? Como veinteañeras, la mayoría...y no necesariamente por sus genes. Digo, no es que sea malo cuidarse y ejercitarse, pero estas chavas, en mayor o menor grado, se han visto claramente forzadas a alargar su “juventud” para mantener el estatus. Sin ir muy lejos, hace un par de semanas Madonna llegó al estreno de su segunda lica como directora (risas grabadas) en la Mostra Internazionale d'Arte Cinematográfica di Venezia con una cara bastante ¿cómo decirlo? retocada, tal vez, si es que a Lyn May le puede aplicar ese mismo eufemismo. Cabal: Esta tipa, ícono pop de rebeldía femenina, mujer que a lo largo de casi 30 años puso en la mira de todo el mundo, desde güiros y güiras hasta abuelos y abuelas, cuestionamientos y desafíos a la virginidad, al aborto, a la represión sexual femenina, a la masturbación; que comparó un orgasmo con una oración a dios; que puso de moda desde encajes y crucifijos hasta cejas negras; que se empelotó en un libro entero, se acostó con quien quiso, fue madre soltera porque se le dio la gana; que pasados los cincuenta todavía se conecta a cuanto jovencito le atrae sin andar pidiendo perdón...ella cayó también en el juego de verse joven para seguir relevante y reproduce esa necesidad consumista de "la belleza" para que se la crean hasta quienes no se la pueden pagar. Por supuesto, no se trata tampoco de pensar “ay, pobrecitas”, porque esta mara bien que se gana buen billete por retardar sus arrugas. Rebosantes de fama y aparente juventud como el Augusto de Hesse o el Dorian Grey de Wilde, lo seguro es que varias generaciones de parientes suyos no pasarán hambre y supongo que a ellas con eso les basta. Quienes lean esto, sin embargo, por más que desearan imitar el estirón facial para ser “bellos” (o lisos, al menos), aparte del gasto no se verán privilegiados con varios milloncitos de dólares al mes, así que aguas. Mejor optemos por las cremas y la dignidad de una pata de gallo ganada a fuerza de carcajadas, que para la risa pocas cosas son mejores que cualquier intento de Madonna en el cine.

Esta fue mi vigésima tercera columna semanal para Siglo21, publicada el martes 13 de septiembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/09/13/estirones-faciales




lunes, 5 de septiembre de 2011

REGULANDO LA PERFECCIÓN II

Hace unos meses acompañé a una de mis amigas más queridas a tallarse el vestido que usaría para la ceremonia de su matrimonio civil. Ella es una mujer alta y voluptuosa, de complexión gruesa; ciertamente no una sílfide y así, tal cual es, es guapa y pegue nunca le faltó. Ese día, un familiar suyo, con supuestas buenas intenciones, le comentó que sus brazos se veían demasiado gordos y, por lo tanto, necesitaría cubrirlos...aparentemente ningún invitado debe ser condenado a soportar la visión de una novia de miembros gruesos. Por supuesto le contradije y aseguré a mi amiga que se veía hermosa. Con todo y todo, me puse a pensar ¿De dónde salieron estas ideas de que tenemos que ser tan “perfectos” como los modelos en los anuncios? ¿Será que es porque en las fotos no se les ven gorditos bajo los brazos ni arrugas en las rodillas? ¿A quién es a quien conviene vendernos estas imágenes? ¿Por qué lo permitimos? Lo curioso es que ni siquiera los modelos son tan perfectos y, encima de que muchas veces arriesgan su salud para adaptarse a la delgadez que les exige el mercado, todavía les hacen la gracia de retocarlos hasta quedar imposibles. En 2009, la compañía de moda americana Ralph Lauren se vio envuelta en un escándalo, cuando en su publicidad utilizó fotografías ridículamente retocadas de las modelosValentina Zelyaeva y Filippa Hamilton. Hamilton, por cierto, había sido despedida meses antes...por ser talla 4, considerada, por tanto, gorda. Lauren, acorralado luego de evitar tocar el tema y amenazar con demandas por utilizar sus fotos sin permiso, se disculpó públicamente, aduciendo un error de criterio. El año pasado ocurrió lo mismo con la marca Ann Taylor, quien al final terminó promoviendo que personas reales enviaran fotografías caseras modelando sus prendas. Hace dos años, la parlamentaria francesa Valérie Boyer propuso en su país una ley que obligaría a que todas las fotografías publicitarias indicaran, de ser el caso, que fueron retocadas. Según Boyer, le preocupaba que sus hijas adolescentes no sólo se vieran presionadas socialmente por ser delgadas, sino que encima su entorno estuviera cundido de imágenes transformadas digitalmente para negar cualquier rastro de imperfección. Por su parte, en el Reino Unido, un grupo de más de 40 académicos recomendó prohibir los anuncios publicitarios retocados dirigidos a menores de 16 años, aduciendo que existe correlación entre conductas no saludables en jóvenes y la exposición constante a modelos digitalmente alterados. La Doctora Helga Dittmar de la Universidad de Sussex, una de las autoras del informe, indicó que dichas imágenes crean un efecto perjudicial en cómo las niñas y mujeres perciben sus propios cuerpos. Y yo, en lo personal, diría que los hombres no estamos exentos de ello. Hace ya 2 años la revista ELLE francesa lanzó una edición completa de fotografías sin retoque. En la portada posaban Monica Bellucci, Eva Herzigova y Sophie Marceau, no sólo sin retoque sino sin rastro de maquillaje, bellísimas las tres. De todo esto, claro, ya hace dos años y ni las propuestas prosperaron ni la edición de la revista fue imitada por alguna otra.

Esta fue mi vigésima segunda columna semanal para Siglo21, publicada el martes 6 de septiembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/09/06/regulando-perfeccion-ii


NOTA: Aunque estas fotografías parezcan falsas, son efectivamente las usadas en las campanas publicitarias indicadas. Ello es fácilmente verificable de distintas fuentes, accesibles a través de internet.



martes, 23 de agosto de 2011

REGULANDO LA PERFECCION

Por mucho que uno no quiera o hasta lo niegue, la publicidad –incluyendo, por supuesto, la subliminal– nos cala a la gran mayoría. Esas ideas con que nos bombardean a diario nos afectan desde formas tan básicas y obvias como querer comprar determinada prenda porque la vimos en un anuncio o en una vitrina, hasta influenciarnos de maneras más sutiles (pero no por eso menos perturbadoras), convenciéndonos de que debemos tener los brazos tan flacos o tan musculosos como los de el o la modelo que anuncia, digamos, perfumes (no brazos) o el cutis tan impecablemente liso como quien casualmente nos sonríe para que compremos gaseosa o dentífrico. Convencidos entonces de que “así debemos ser”, es casi imposible no reproducir esa lógica, incluso de manera inconsciente. ¿Cuántas vallas callejeras nos presentan modelos con fisonomía que sí podría parecer la de un guatemalteco promedio? ¿Entonces, qué ideal de belleza nos venden? Aunque no hay ámbito que escape de ello (ya lo sabrá la política Roxana Baldetti que de pronto en su publicidad resultó con facciones coreanas) el mundo de la moda es, básicamente, el semillero de todo esto que percibo como nefasto. Hace un par de años, Kate Moss, –muy genuina ella– se echó un comentario que provocó un justificado (y fugaz) debate: “Ninguna comida sabe tan bien como el sentirse flaquita [Nothing tastes as good as skinny feels]”. Independientemente de que no vale tanto la pena satanizar por eso a la Moss (que al final de cuentas vive y [medio] come de ese mundo que la quiere esquelética desde que tenía catorce años), a principios de agosto se publicó la noticia de que una compañía inglesa de playeras para niñas había impreso una con esa precisa frase. La Advertising Standards Authority (Autoridad para Estándares Publicitarios) inmediatamente prohibió su venta, por considerarla perjudicial para la juventud. Un par de semanas antes, la misma institución había denegado la autorización de dos anuncios de maquillaje, uno de Maybelline (con Christy Turlington) y otro de Lancôme (con Julia Roberts), por considerar que las fotografías estaban demasiado retocadas y promocionaban una imagen falsa y exagerada de los resultados del producto que pretendía promocionar, propagando así “un ideal falso e irreal de la belleza, que hace a las mujeres y niñas sentirse mal consigo mismas”, según la parlamentaria Jo Swinson. Aunque no faltará quien diga que esto rebasa las funciones a que debería limitarse un gobierno, este tipo de controles me parecen necesarios, sobre todo en países como el nuestro, en que las grandes mayorías carecen de herramientas para formarse criterios que les permitan ponderar los efectos del consumismo, mucho más hambriento que ellos. Malaya, diría mi abuela.

Esta fue mi vigésima primera columna semanal para Siglo21, publicada el martes 23 de agosto de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/08/23/regulando-perfeccion





lunes, 15 de agosto de 2011

SUPER FASHION, ¿VERÁ?

Tal como de tiempo en tiempo se pone “de moda” un corte específico de pantalón de lona o un estilo de zapatos que todo el mundo inevitablemente se siente obligado a usar, cíclicamente algunas actitudes y comportamientos rebasan los ámbitos íntimos y comienzan a reproducirse a mayor escala, “por moda” (o al menos esa es la primera excusa, la facilona), con o sin conciencia de quien lo reproduce. Y digo, no es que sea algo nuevo salpicar con palabras en inglés nuestro particular estilo de castellano; de hecho, yo mismo originalmente había escrito “jeans” en la primera oración de esta columna y luego regresé a cambiarlo. Y, sin embargo, he notado que esta situación se ha estado agravando de un rato para acá, y pareciera que la mara no se siente “cool” o a menos que hablen como si hubieran crecido en algún barrio bajo de Los Angeles y su madre trabajadora los haya criado amarrándolos frente a Univisión. Me asquea, debo confesar.

Hace unos meses un estudiante guatemalteco de diseño de moda se enfureció cuando le pregunté el motivo por el cuál su colección se llamaba “Fall/Winter”, cuando no pensaba mercadearla fuera de Guate ni iba dirigida a extranjeros que no hablan español. Me llamo retrógrada y me dijo que por gente como yo este país no prospera y que en Guatemala el otoño es una estación perfectamente clara y demarcada. De pronto, varias universidades privadas cuentan con “Business Schools” en lugar de “Escuelas de Negocios” y en la publicidad local es común encontrar “coming soon” sustituyendo al clásico y no tan difícil “muy pronto”. Los nombres de eventos y fiestas a los que sólo invitan guatemaltecos tienen nombres en inglés sin otra razón que…bueno, que esa es la moda y suena mas sofisticado, según ellos. Hace poco se promocionaba una fiesta para apoyar a un cantante que esperaba entrar a un concurso mexicano. “Apoyemos lo nuestro”, decía la invitación, además de asegurar que el chavo “pondría en alto el nombre de Guatemala”. ¿El nombre del evento? Juan Pablo’s Support Party. Cuando le pregunté al organizador el motivo de lo que yo percibí como contradicción, me aseguró que se trataba de una decisión de la diseñadora gráfica. Lo que no me dijo es que él mismo promociona sus “open classes” de canto todos los sábados. Y hablando de cantantes, pues ya vimos que aparentemente el apellido “Roudha” es más interesante que “Rodas” y “Penya” que Peña. En serio, me da reflujo esto. Hasta los chavos de apariencia más sencilla no se escapan de decir “fashion” o “cool”...o “soy su fanS”, aunque esto último sí debo admitir que siempre es un deleite. Es más, sin ir muy lejos, si se van a ver la versión impresa del diario para el que escribo esta columna, podrán darse cuenta que la sección se llama “VIDA FASHIONISTA”…

Pues bueno, en su novela “La Virgen de los Sicarios”, Fernando Vallejo escribe: “Con eso de que les dio a los pobres por ponerles a los hijos nombres de ricos, extravagan­tes, extranjeros: Tayson Alexander, por ejemplo, o Fáber o Eder o Wílfer o Rommel o Yeison o qué sé yo. No sé de dónde los sacan o cómo los inventan. Es lo único que les pueden dar para arrancar en esta mísera vida a sus niños, un vano, necio nombre extranjero o inven­tado, ridículo, de relumbrón.” No dudo que así sea y que esto del lenguaje diario sea un síntoma de lo mismo. No dudo, tampoco, que sea una variación de esa perenne vergüenza por ser quienes somos, esa misma que rebautizó Mateo Flores a Doroteo Guamuch o Juan Carlos Plata a Juan Carlos Puac, ambos, claro, supuestos orgullos nacionales.

Esta fue mi vigésima columna semanal para Siglo21, publicada el martes 16 de agosto de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/08/16/super-fashion-vera



lunes, 8 de agosto de 2011

¡AGUAS...!

Puede ser medio complicado saber qué ponerse en época de lluvia. El hecho de que llueva no necesariamente implica que hace frío, pero una mojada sí requiere, al rato, lo calientito de un suéter, aunque no uno tan grueso que incomode. Por supuesto, da pereza (¿sería de mal gusto decir “hueva” en una columna?) andar cargando trapos por gusto, sobre todo cuando la mara no anda en carro. Lo que yo no entiendo es por qué, siendo una ciudad en la que la mayoría anda a pie, con un transporte público extremadamente deficiente en sus horarios y en la nula comodidad que provee, las botas de hule no son una prenda común. Todos deberíamos tener un par, digo yo. No falta el día de lluvia en que veo a la gente en la calle, con o sin paraguas, con los pantalones mojados hasta media pierna, arrastrando las orillas ya sucias de lodo o con zapatos (y asumo que calcetines) empapados. ¿Y cuántos tendrán acceso a una secadora? ¿O a ropa seca para el día siguiente? No puedo asegurarlo, pero muchas veces he pensado que esto responde a ningunear las botas de hule como simples prendas de albañil o de trabajo “de pobre” que, aunque así sea, nadie quiere demostrarlo, dios guarde. Ya en varias ocasiones he escuchado el comentario y me llama la atención que, otra vez, un prejuicio sin sentido menoscabe el bienestar propio, hasta en algo tan simple como tener los pies secos; y tal vez no sea eso, vaya, y simplemente de verdad gana lo impráctico que puede resultar andar, para arriba y para abajo, cargando un par de botas de hule “por si llueve”, sobre todo con lo irregular del clima y la casi nula certeza de nuestros pronósticos climáticos locales que, desde que era niño, no hay modo que le atinen...En fin, con todo y todo sí le recomiendo, a quien pueda, contar con un par de ellas y un abrigo para lluvia, además. Botas hay desde marcas caqueras (de más de mil dólares, pero no sea burro) hasta simples en el supermercado a cuarenta quetzales. Y abrigos hay buenos y no tan caros y tanto unas como el otro, pueden conseguirse en alguna paca a precios accesibles. Y es que, si a la fuerza hay que soportar, bajo la lluvia, tanto mugre cartel político nublándonos la paz (de paso...), no puedo pensar en nada peor que hacerlo mojado por un aguacero o, peor aún, empapado por uno de esos cafres a quienes les pareces chistoso acelerar el carro en las paradas de bus, aprovechando que nuestras calles parecieran diseñadas para coleccionar lagunas.

Esta fue mi decimonovena columna semanal para Siglo21, publicada el martes 9 de agosto de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/08/09/aguas




lunes, 25 de julio de 2011

REHAB...¿NO, NO, NO?



Su estilo fue una bocanada de aire fresco allá por 2007, cuando su fama comenzó a extenderse desde el Reino Unido hacia el resto del mundo. Nadie en mucho tiempo se había peinado con ese enorme beehive sesentero, que no se veía desde la fugaz fama de los B-52’s a principios de los noventa; nadie en un buen rato –quizá desde Lauryn Hill diez años antes, que de todos modos tampoco lo volvió su sello– se había ataviado, como ella, con atuendos casi completamente de otra época, mismos que se hacían más interesantes al contrastar con sus muchos, muchos tatuajes. Nadie, que yo recuerde, usaba zapatillas de ballet casi el cien por ciento del tiempo ni tenía ese vozarrón que, la primera vez que lo escuché, me hizo buscar inmediatamente el nombre de la cantante: Amy Winehouse. Al final, lo que la chava trajo en cuestión de moda fue inspiración, originalidad y personalidad. Tanta, que en 2008 el mismísimo Karl Lagerfeld la usó de musa para una colección completa y en 2010 Fred Perry lanzó su propia línea de ropa, con ella como [supuesta] co-diseñadora. En cuanto a estilo, Lady Gaga la ha mencionado como quien abrió la puerta a las artistas con apariencias no convencionales...puede ser, supongo. Su imagen, eso sí, no opacó su música, que también facilitó la bienvenida a otras cantantes reminiscentes de los años sesenta, como Duffy o Adele. Aunque el sonido vintage se lo debe, sobre todo, a Mark Ronson, el productor de Back to Black, su segundo álbum y el que la puso en el mapa, la tipa tenía talento y visión para la música. Pero lo que fijo sí opacó tanto su ropa como su música –y más temprano que tarde, por cierto- fueron sus pantagruélicas adicciones y su imposibilidad para combatirlas: a los 25 años, por fumar tanto crack, ya padecía enfisema y sus pulmones funcionaban sólo al 70%. De ahí, aunque el público la seguía recordando en salud, acaparó las noticias por su cuerpo esquelético, su piel notoriamente escamosa y sus ojos siempre perdidos, vagando por la calle botella en mano y con los pies sangrando, quién sabe por qué. Juzgar las adicciones es complicado, peligroso y a veces injusto, sobre todo cuando se originan de algún tipo de enfermedad mental. Yo, por ejemplo, llevo años tratando de pasar 21 días sin azúcar ni harinas blancas para eliminarlas de mi sistema y no hay modo que pueda. Y, sin embargo, en lugar de apenarme por la muerte de Winehouse, sólo me sorprendió que no ocurriera antes. Moralismos aparte (ya sabrán que la moral tradicionalista y conservadora no es mi amiga cercana) hay muchísimos otros artistas, unos menos conocidos que otros, a quienes admirar y a quienes no hay qué andarles disculpando la autodestrucción pública con argumentos falaces y romanticones sobre el talento y el aporte a la cultura pop. ¿Se murió la Winehouse? Simón. Pero no es una perdida para el mundo. Total, los discos allí están, nuevamente vendiéndose como pan caliente. Ciertamente la Winehouse no es un ejemplo, como no sea para poner sobre la mesa la charla sobre drogas, adicciones, inseguridades, temores, tratamientos y desperdicios de oportunidades que cualquiera quisiera en este mundo plagado de hambre y desgracia. Alguien con prioridades medianamente ordenadas sabrá entender que su look y su talento son secundarios y, si hablamos de legado, el único legado de esta chava es el “NO, NO, NO” que la hizo famosa, aunque suene tan chilero cuando lo canta.

Esta fue mi decimaoctava columna semanal para Siglo21, publicada el martes 25 de julio de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/07/26/rehab-no-no-no