“Pero si se los mira un policía, va a pensar que usté es marero”, me dijo una vez una señora en el puerto, un poco asqueada y un poco más asustada por mis entonces cinco tatuajes – que ahora son siete y que eventualmente serán once. “Claro”, pensé yo, “seguró el om, el principito y el dios maya del sol son tatuajes que cualquiera esperaría encontrar en un marero”. Supongo que un terror similar vivieron quienes ya eran señores para cuando los Beatles se atrevieron a volverse famosos con el pelo largo (que ni largo era), aunque esa misma rebeldía (con todo y la ternura que me da llamar así a algo tan nimio) abriera la mente de muchos que se cuestionaron, aunque sea desde ese enfoque tan básico, el concepto entonces vigente de masculinidad. De eso ya son varias décadas y, sin embargo, poco han cambiado los prejuicios sociales en este sentido, sobre todo por parte de la generación a la que le toca el turno de ser papás de los patojos rebeldes. Aunque es inevitable relacionar este gusto por los adornos corporales – incluyendo los piercings – con una moda pasajera, estoy casi seguro que adornarse con tinta o metal poco responde a querer hacerlo en función de parecer “in” o ser parte de una tendencia (aunque esos babosos nunca faltan, claro) y más revela la libertad de saberse dueño uno de su propio cuerpo. Obviamente sería ingenuo pretender que no vivimos en este mundo e ignorar que la gente que va a un banco sigue esperando que sus billetes sean contados por un patojo adecuadamente engelatinado y encorbatado, y no por uno que, dios guarde, parezca marero. El que por debajo del mostrador tenga los zapatos llenos de lodo seco, señal inequívoca del salario mínimo, eso no importa, claro, porque no se ve. Pero todo debe tener un balance, digo yo, y una cosa es que los padres opten por enojarse y otra que el Estado se sienta con derecho a discriminar y coartar la libertad de los ciudadanos en estos aspectos que no deberían ser problema para nadie. Hace poco a un amigo lo obligaron en el INTECAP a quitarse un aretito que usa en la ceja, bajo amenaza de llamar a la seguridad del edificio para que lo sacara a la fuerza. Sé que hay problemas mucho más importantes en este país, pero quizá los pequeños podamos atacarlos de una vez. ¿Y si muchos enviamos cartas al INTECAP para hacerlos reconsiderar su norma estúpida y discriminatoria? Escríbanme y les digo cómo hacer.
Nota: Esta fue mi quinta columna semanal para Siglo21, publicada el martes 26 de abril de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es
http://www.s21.com.gt/vida/2011/04/25/patojos-rebeldes
ANTON dijo...
ResponderEliminareste año no pones consejo de estilo ya lo esperaba pensa :( pero la carta me parece y si las enviamos a su pagina en facebook? tendría mas alcance y seria mas fácil no cree ay me cuenta
26 DE ABRIL DE 2011 00:25
ANTON dijo...
*puse año en lugar de día a de ser el sueño que me empieza a llegar
26 DE ABRIL DE 2011 00:27
Miss Trudy dijo...
Lo que sucede es que---yo tomo clases en el Intecap y veo la logica--no podemos usar unas largas, aretes, anillos ni relojes por que se pueden caer entre los productos que estamos preparando. Igual el pelo metido en redecilla. Es una norma estandard y alli tenemos que aprender a operar con las normas del ISO 9000 y otras normas estandard internacionales. En cualquier otro aspecto estaria 100 por ciento de acuerdo, pero en laboratorios, ya sea de cocina, de quimicos o lo que sea, donde se preparan cosas que seran consumidas por otros, se tienen que tener normas estrictas de seguridad y limpieza. No creo en la prepotencia si fuera algo subjetivo de algun maestro del lugar, pero si es una norma establecida, ponerse a tirar un berrinche en el lugar, por muy basado en principios de libertad personal que sea, no va conseguir nada. Las cosas se consiguen organizando a la gente y hablando. En mi humilde opinion, pueh...
26 DE ABRIL DE 2011 05:23
S K I M O dijo...
ResponderEliminarEstoy completamente de acuerdo con Miss Trudy; de cualquier forma, y dejando por un lado el incidente de tu cuate, es un problema generacional... Porque lo más seguro es que en unos 35 años, muchos de los ahora jóvenes estarán regañando a sus hijos y nietos porque usan cinchos de luz neón, se amputan miembros por placer, y se tiñen los ojos para estar cool. Sólo esperemos que nosotros no nos volvamos tan anticuados...
26 DE ABRIL DE 2011 05:38
Quique Lee (José Enrique Martínez Lee) dijo...
Te faltó mencionar también que no podés entrar con shorts y otros códigos de vestimenta que me parecen ridículos, yo vi a gente que no la dejaron entrar por eso. Pero al final de cuentas habrá qué ver, de verdad, qué estaba estudiando tu cuate.
26 DE ABRIL DE 2011 07:44
Quique Lee (José Enrique Martínez Lee) dijo...
ojo página 5 item 5 http://intecap.info/public/manuales/divisionesregionales/GSDR3%20%20E3.pdf
26 DE ABRIL DE 2011 07:49
Lucha dijo...
Chilera, felicitaciones. Alguna vez escribí sobre mi experiencia en migración y en emisión de licencias al respecto. Todas las veces logré que me tomaran la foto pero con berrinche y gran alegata de por medio.
26 DE ABRIL DE 2011 12:40
Danitintin dijo...
qué curioso que justo hoy tuve mi primera experiencia de discriminación laboral con respecto a mis piercings (que no pienso quitar)... el trabajo es importante, sí; pero la integridad de las personas lo es más. Buen artículo Juan, y sí, si comenzamos arreglando las cosas más pequeñas, quizás algún día en nuestro país se resuelvan problemas importantes.
26 DE ABRIL DE 2011 13:33
Miriam A. dijo...
Me pareció una columna muy interesante que toca varios temas del tradicionalismo guatemalteco. Sin embargo, las cosas no cambiarán hasta que no estemos abiertos a conocer a "otros" dentro de nuestra misma ciudad preguntese cuantas culturas conviven e influencias internas y externas? porque no aprender a tener tolerancia y aceptación.
27 DE ABRIL DE 2011 11:18