Abre su bolso nuevo –grande, caro y nude, que combina perfectamente con sus zapatos caros y nude– y saca las pastillas que le quitan el dolor de cabeza causado por el dolor de estómago que le dan las pastillas para adelgazar. Odia el malestar físico y el humor cambiante que le da su coctel matutino: una pastilla para cada cosa que no le gusta de sí misma. Pero prioridades son prioridades. Tiene veintinueve, una cara hermosa de ojos amenazantes y un nudo en la garganta con el que se acostumbró a vivir. No durmió bien anoche. Era jueves, o sea, día de salir al lugar donde se debe ir los jueves, si no a pescar marido (eso está resultando difícil), al menos a que la gente que importa la vea sonreír para que la soltería no parezca trágica. Regresó casi a las cuatro, confirmada su teoría de que es imposible llevarse bien con otras mujeres porque todas la envidian. Abre otra vez su bolso y saca los cigarros. No suele fumar temprano pero le gana el impulso. Anoche bebió y fumó demasiado, mientras su mejor amigo (que lo es prácticamente por default) se encerró con otro chavo en el baño del lugar. Mientras tanto, sola por casi una hora, charló y sonrió frente a frente con quien pudo, sin que alguien le pidiera su número. Fumando, piensa que la asquea su amigo. Ella sólo ha tenido sexo con dos hombres. Uno fue su único novio, con quien nada más disfrutaba la idea de un futuro seguro. El otro, su amante casado, con quien lo prohibido era la gracia. Originalmente el novio perdonó su indiscreción, aunque de pronto reconsideró su postura y decidió oficialmente ser su ex. Así pasó, como todos los hombres de su vida, a la lista de exes: expapá, examante, exnovio, futuro examigo. Abre el bolso y saca un espejo. Se retoca el maquillaje. Se ve a sí misma verdaderamente horrible. Todo está gordo: los cachetes, la nariz, la papada. En el espejito no se ven sus brazos ni sus piernas ni su barriga, pero siente la maldita gordura apretarse contra el pantalón talla cuatro. De nada sirvieron las lipos. Sin ellas, claro, todavía sería la gorda solitaria de la secundaria. Ahora es la solitaria que se siente gorda. En el espejo no encuentra ni lo que fue, ni lo que es, ni lo que quiere ser; sólo escalofrío y una inexplicable sensación de encierro. No se da cuenta de que los zapatos y el bolso y las pastillas y los cigarros y el amigo gay y el marido que no llega y el maquillaje y el espejo y las lipos y la mensualidad del audi son una cárcel que cada día la vuelve más infeliz. Cadena perpetua, seguramente.
Esta fue mi columna semanal No. 27 para Siglo21, publicada el martes 11 de octubre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/10/11/mas-bonita-que-ninguna
El texto de esta columna constituye una versión resumida de un cuento originalmente escrito en 2008. El cuento completo puede ser leído en http://juanpensamientovelasco.blogspot.com/2010/10/tu-carcel-de-bolsos-y-otros-articulos.html
ame lo del "nude"
ResponderEliminareste texto se me hace familiar, me recuerda a algo que leí en tu otro blog, en fin muy buena forma de explicar la realidad en la que aveces nos vemos sumergidos, en la que aveces sentimos que si no tenemos todo lo que "debe" hacernos felices nos sentimos inservibles. buena columna como siempre! :)
Ala gran no te vuelvo a leer temprano en la mañana de un día gris y lluvioso! Con permiso que me voy a ir a ahora a cortar las venas! ;o)
ResponderEliminarMe encantó este relato...me identifiqué mucho. Aún cuando no sea ni gorda en rehabilitación y mucho menos tenga dinero para pagar una "lipo". Soy una persona normal que apenas gana para acabar el mes decentemente, pero creo que las carencias están en gente rica y pobre, desafortunadamente.
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