Hasta hace poco más de veinte años, las actrices y modelos parecían condenadas a quedarse sin trabajo pasados los cuarenta. Hoy por hoy, al contrario, la mayoría de “estrellas” mejor pagadas, son cuarentonas o cincuentonas: Sandra Bullock tiene 47, Naomi Campbell, 41; Nicole Kidman, 44; Jennifer Lopez, 42; Halle Berry, 45; Madonna, 53…hasta Paulina Rubio o Thalía, ya cumplieron las cuatro décadas tan insufriblemente berreadas por Arjona. Y, sin embargo, contrario a lo que podría pensarse, tampoco podemos hablar de una mejora verdadera en cuanto a la aceptación de las mujeres a mayor edad. ¿Por qué? Fácil: ¿Cómo se ven estas mujeres? Como veinteañeras, la mayoría...y no necesariamente por sus genes. Digo, no es que sea malo cuidarse y ejercitarse, pero estas chavas, en mayor o menor grado, se han visto claramente forzadas a alargar su “juventud” para mantener el estatus. Sin ir muy lejos, hace un par de semanas Madonna llegó al estreno de su segunda lica como directora (risas grabadas) en la Mostra Internazionale d'Arte Cinematográfica di Venezia con una cara bastante ¿cómo decirlo? retocada, tal vez, si es que a Lyn May le puede aplicar ese mismo eufemismo. Cabal: Esta tipa, ícono pop de rebeldía femenina, mujer que a lo largo de casi 30 años puso en la mira de todo el mundo, desde güiros y güiras hasta abuelos y abuelas, cuestionamientos y desafíos a la virginidad, al aborto, a la represión sexual femenina, a la masturbación; que comparó un orgasmo con una oración a dios; que puso de moda desde encajes y crucifijos hasta cejas negras; que se empelotó en un libro entero, se acostó con quien quiso, fue madre soltera porque se le dio la gana; que pasados los cincuenta todavía se conecta a cuanto jovencito le atrae sin andar pidiendo perdón...ella cayó también en el juego de verse joven para seguir relevante y reproduce esa necesidad consumista de "la belleza" para que se la crean hasta quienes no se la pueden pagar. Por supuesto, no se trata tampoco de pensar “ay, pobrecitas”, porque esta mara bien que se gana buen billete por retardar sus arrugas. Rebosantes de fama y aparente juventud como el Augusto de Hesse o el Dorian Grey de Wilde, lo seguro es que varias generaciones de parientes suyos no pasarán hambre y supongo que a ellas con eso les basta. Quienes lean esto, sin embargo, por más que desearan imitar el estirón facial para ser “bellos” (o lisos, al menos), aparte del gasto no se verán privilegiados con varios milloncitos de dólares al mes, así que aguas. Mejor optemos por las cremas y la dignidad de una pata de gallo ganada a fuerza de carcajadas, que para la risa pocas cosas son mejores que cualquier intento de Madonna en el cine.
Esta fue mi vigésima tercera columna semanal para Siglo21, publicada el martes 13 de septiembre de 2011. El texto publicado en la edición impresa difiere del acá transcrito, por edición del personal del diario. El enlace para el sitio web de Siglo21 es http://www.s21.com.gt/vida/2011/09/13/estirones-faciales
Lo que pasa es que, rascándo más a fondo, esto va más allá que decisiones simplemente personales de mujeres supuestamente "manipuladas" por la publicidad o presiones sociales. En un sentido muy real, las mujeres que viven del espectáculo se ven bajo presiones económicas y financieras para verse más jóvenes de lo que son, especialmente con las nuevas televisiones que sacan cada poro de la cara y los "reality shows" que hacen ver de la cirugía plástica como una forma de mejorar la calidad de vida de la gente, etc. etc. El público es adecuado y condicionado a esperar imágenes photoshopeadas y aquellas personas que viven de vender la imagen y del espectáculo, se ven bajo presiones de sus "consumidores base" (por llamarlos de alguna forma) para complacer estos requerimientos---cualesquiera sean sus opiniones personales al respecto. A mi, por ejemplo, no me gusta vestirme de cierta manera para dar presentaciones, pero se que si fuera vestida como personalmente desearía ir vestida, mi audiencia no me tomaría en serio y no se me vuelve a contratar. Imaginate, entonces, esto de la investudura-imagen a un nivel mucho más público y de celebridad, donde la misma piel y el cuerpo se convierten en parte del paquete que se vende.
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